LA REALIDAD Y SU SENTIDO
A veces, parece que la ciencia se haya convertido en una
nueva religión. Quizás es que el procedimiento científico crea dependencia. No
sé exactamente, en todo caso, ya hay quien se niega a reconocer que la verdad
puede ser conocida de manera directa, sin intermediarios, y que la experiencia
vivida no es suficiente para tener criterio o discernimiento.
Hay quien trata la realidad como si ésta no tuviera sentido salvo cuando demuestra tenerlo, o peor aún, cuando una teoría le aporta. Ha llegado el día en que parece que son las teorías lo que da sentido a las cosas.
La realidad y las
teorías
Con permiso, pero esto es el mundo al revés: Lo de la
demostración no siempre es necesario. Ni mucho menos. De hecho, es una
posibilidad que cae a años luz de poder realizarse. La inmensa mayoría de las
cosas que ocurren ni han sido ni serán nunca demostradas. Pero no pasa nada,
están igualmente. La realidad no nos falla. Es nuestra forma de mirarla lo que
no es capaz de abrazarla por completo.
Pero, y si nos entregamos a vivir. ¿Y si nos abrimos a la
vivencia de la realidad? ¿No será suficientemente completa nuestra experiencia?
Al menos será tan completa como podrá ser, y no le faltará ni un solo
accidente. La plenitud pasa por la entrega, no por la dominación.
La realidad ya está
ahí, de por sí
Las experiencias que tenemos son ciertas. Los fenómenos que
ocurren existen. No es necesario demostrarlo, si es sabido. Parece que estemos
en un juicio.
El problema es que, no sé cómo, hemos separado la ciencia
del conocimiento, y hemos desautorizado el saber que se obtiene por la vía
directa. Hemos hecho abstracción de nuestro mundo, y pensamos que era posible
cosificarlo y convertirlo en un objeto externo, susceptible de ser estudiado y
examinado.
Ahora ya sólo nos creemos las verdades una vez han sido
justificadas, con el perjuicio que esto conlleva, porque muchas de las verdades
son pasajeras, y cuando quisieran demostrarse se han esfumado.
La realidad está de por sí, y si no nos dedicamos a
contemplarla y vivenciarla, muy probablemente nos la perderemos.
El mundo externo, un
concepto irreal
¿Y qué ha pasado? Que hemos creado unas materias que, en sí
mismas, se alejan de la realidad que estudian. Para darnos cuenta de lo que
hemos hecho basta con observar que la mayoría de estudiantes de cualquier
carrera, una vez se dedican a lo estudiado, se dan cuenta de que la teoría que
les han enseñado poco tenía que ver con la realidad que después se han
encontrado.
Los estudios y las cosas poco tienen que ver. Porque las
cosas son orgánicas y cambiantes, fluidas y en correlación, y las teorías son
cuadradas y quietas, rígidas y duras.
Algo no cuadra, si los estudios y la realidad no van a una.
Pienso que lo que no cuadra es el esquema que nos hemos hecho del mundo,
demasiado simplista, reduccionista en exceso. El mundo no puede encasillarse, y
mucho menos podemos pretender que lo que da sentido a las cosas es el hecho de
observarlas desde fuera, sin siquiera participar.
El mundo externo no existe: sólo hay una realidad y es
aquella de la que formamos parte. No podemos pretender estudiarla desde afuera.
Estamos dentro, formamos parte de ella. El mundo externo no existe, es un
espejismo. Todo el universo es un solo engranaje, del que no estamos separados,
y al que podemos conocer, en parte ciertamente, pero plenamente también, porque
la parte que nos es dada es conocida plenamente… si nos entregamos a sentirla.
La realidad y su
sentido
No es el mundo el que carece de sentido. Es el marco que nos
hemos dado entre todos, el que no lo tiene. El marco en el que creemos es sólo
un marco, y nos hemos creído que tiene la fuerza de dar sentido a las cosas, que
de hecho ya lo tienen por sí mismo, y quizás es hora de abrirse a saborear el
sentido que tienen, sin pretender nombrarlo o cuantificarlo.
La realidad tiene sentido por sí misma, y precisamente por
eso es real. De no tener sentido, la realidad no existiría. Lo que existe lo
hace porque algo le da sentido. Nada está aquí porque sí, nada es accidental.
Todo sigue un principio de causalidad, las cosas no aparecen de la nada. Unos
procesos posibilitan unos hechos, y las cosas que surgen tienen lugar en el
marco de estos procesos.
La realidad está tramada. No hay nada que pueda desatarse.
Dejar de creer en la
realidad
Hoy es como si la verdad ya no fuese lo que se demuestra en
sí misma, por sí misma, y que precisamente por serlo no requiere ser
demostrada. Hoy en día la verdad ya no es reconocida, nos pasa fácilmente
desapercibida. Ya no se quiere tener una experiencia subjetiva. Es como si
percibir la verdad fuese una experiencia insuficiente.
Hemos querido que la verdad pasara a ser justificada, y eso
nos la ha sacado de muchos de los lugares en los que habitaba. Antes de que
esto ocurriera todos teníamos conciencia de qué era cierto y qué no lo era. De
forma natural, todos tenemos la capacidad de discernir entre la realidad y la
mentira. Ahora parece que ya no queremos tener constancia de ello…
Ya no se cree en la realidad, se prefiere creer en la
ciencia. Y no se trata de no creer, de lo que se trata es de no hacer de ello
una religión o consumirla como quien se toma un droga. Hay más vida fuera: la
realidad que, el que cree demasiado en la ciencia ve fuera, está aquí con él,
abrazándole. Pero él no nota su calor.
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