7.4.25

De forma natural, todos tenemos la capacidad de discernir entre la realidad y la mentira

LA REALIDAD Y SU SENTIDO          

A veces, parece que la ciencia se haya convertido en una nueva religión. Quizás es que el procedimiento científico crea dependencia. No sé exactamente, en todo caso, ya hay quien se niega a reconocer que la verdad puede ser conocida de manera directa, sin intermediarios, y que la experiencia vivida no es suficiente para tener criterio o discernimiento.

Hay quien trata la realidad como si ésta no tuviera sentido salvo cuando demuestra tenerlo, o peor aún, cuando una teoría le aporta. Ha llegado el día en que parece que son las teorías lo que da sentido a las cosas.

La realidad y las teorías

Con permiso, pero esto es el mundo al revés: Lo de la demostración no siempre es necesario. Ni mucho menos. De hecho, es una posibilidad que cae a años luz de poder realizarse. La inmensa mayoría de las cosas que ocurren ni han sido ni serán nunca demostradas. Pero no pasa nada, están igualmente. La realidad no nos falla. Es nuestra forma de mirarla lo que no es capaz de abrazarla por completo.

Pero, y si nos entregamos a vivir. ¿Y si nos abrimos a la vivencia de la realidad? ¿No será suficientemente completa nuestra experiencia? Al menos será tan completa como podrá ser, y no le faltará ni un solo accidente. La plenitud pasa por la entrega, no por la dominación.

La realidad ya está ahí, de por sí

Las experiencias que tenemos son ciertas. Los fenómenos que ocurren existen. No es necesario demostrarlo, si es sabido. Parece que estemos en un juicio.

El problema es que, no sé cómo, hemos separado la ciencia del conocimiento, y hemos desautorizado el saber que se obtiene por la vía directa. Hemos hecho abstracción de nuestro mundo, y pensamos que era posible cosificarlo y convertirlo en un objeto externo, susceptible de ser estudiado y examinado.

Ahora ya sólo nos creemos las verdades una vez han sido justificadas, con el perjuicio que esto conlleva, porque muchas de las verdades son pasajeras, y cuando quisieran demostrarse se han esfumado.

La realidad está de por sí, y si no nos dedicamos a contemplarla y vivenciarla, muy probablemente nos la perderemos.

El mundo externo, un concepto irreal

¿Y qué ha pasado? Que hemos creado unas materias que, en sí mismas, se alejan de la realidad que estudian. Para darnos cuenta de lo que hemos hecho basta con observar que la mayoría de estudiantes de cualquier carrera, una vez se dedican a lo estudiado, se dan cuenta de que la teoría que les han enseñado poco tenía que ver con la realidad que después se han encontrado.

Los estudios y las cosas poco tienen que ver. Porque las cosas son orgánicas y cambiantes, fluidas y en correlación, y las teorías son cuadradas y quietas, rígidas y duras.

Algo no cuadra, si los estudios y la realidad no van a una. Pienso que lo que no cuadra es el esquema que nos hemos hecho del mundo, demasiado simplista, reduccionista en exceso. El mundo no puede encasillarse, y mucho menos podemos pretender que lo que da sentido a las cosas es el hecho de observarlas desde fuera, sin siquiera participar.

El mundo externo no existe: sólo hay una realidad y es aquella de la que formamos parte. No podemos pretender estudiarla desde afuera. Estamos dentro, formamos parte de ella. El mundo externo no existe, es un espejismo. Todo el universo es un solo engranaje, del que no estamos separados, y al que podemos conocer, en parte ciertamente, pero plenamente también, porque la parte que nos es dada es conocida plenamente… si nos entregamos a sentirla.

La realidad y su sentido

No es el mundo el que carece de sentido. Es el marco que nos hemos dado entre todos, el que no lo tiene. El marco en el que creemos es sólo un marco, y nos hemos creído que tiene la fuerza de dar sentido a las cosas, que de hecho ya lo tienen por sí mismo, y quizás es hora de abrirse a saborear el sentido que tienen, sin pretender nombrarlo o cuantificarlo.

La realidad tiene sentido por sí misma, y ​​precisamente por eso es real. De no tener sentido, la realidad no existiría. Lo que existe lo hace porque algo le da sentido. Nada está aquí porque sí, nada es accidental. Todo sigue un principio de causalidad, las cosas no aparecen de la nada. Unos procesos posibilitan unos hechos, y las cosas que surgen tienen lugar en el marco de estos procesos.

La realidad está tramada. No hay nada que pueda desatarse.

Dejar de creer en la realidad

Hoy es como si la verdad ya no fuese lo que se demuestra en sí misma, por sí misma, y que precisamente por serlo no requiere ser demostrada. Hoy en día la verdad ya no es reconocida, nos pasa fácilmente desapercibida. Ya no se quiere tener una experiencia subjetiva. Es como si percibir la verdad fuese una experiencia insuficiente.

Hemos querido que la verdad pasara a ser justificada, y eso nos la ha sacado de muchos de los lugares en los que habitaba. Antes de que esto ocurriera todos teníamos conciencia de qué era cierto y qué no lo era. De forma natural, todos tenemos la capacidad de discernir entre la realidad y la mentira. Ahora parece que ya no queremos tener constancia de ello…

Ya no se cree en la realidad, se prefiere creer en la ciencia. Y no se trata de no creer, de lo que se trata es de no hacer de ello una religión o consumirla como quien se toma un droga. Hay más vida fuera: la realidad que, el que cree demasiado en la ciencia ve fuera, está aquí con él, abrazándole. Pero él no nota su calor.

https://www.sufi.cat/la-realitat-su-sentit/

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