25.9.24

Quizás tengas razón... Este siglo no parece estar preparado para aceptar la verdad

LA MÁSCARA Y EL ESPEJO               

Hipocresía y Honestidad se encuentran al borde de un lago silencioso, bajo un cielo crepuscular. El aire está pesado.

Hipocresía: Ah, Honestidad, sigues siendo tan recta y rígida. Tienes ese talento único de incomodar a la gente, ¿sabes? tu necesidad de ser franco en todas las circunstancias es casi... irritante.

Honestidad: Puede que le resulte irritante, pero necesario. Sin mí, la gente nunca sabría dónde está ni quiénes son realmente.

Hipocresía: ¿Realmente importa? A la gente le gusta lo que les ofrezco. Una pequeña mentira aquí, un compromiso allá y de repente todo se vuelve más fácil. ¿Por qué imponerles la dura realidad cuando pueden vivir en una dulce ilusión?

Honestidad: Porque esta ilusión nunca dura, termina desplomándose por su propio peso. Lo que usted propone es sólo un respiro temporal, una farsa que, tarde o temprano, conduce a la decepción.

Hipocresía: Me subestimas. He sobrevivido durante siglos, en las cortes de los reyes, en los dormitorios de los políticos e incluso en la mesa familiar. Le doy a la gente lo que quiere escuchar. Sólo les ofreces lo que se niegan a ver. Mira a tu alrededor, ¿quién de nosotros es el más amado?

Honestidad: Confundes ser amado con ser necesitado. Puede que te prefieran en la superficie, pero cuando están a solas consigo mismos, recurren a mí. Buscan la verdad para liberarse de vuestras cadenas. Lo que llamáis tranquilidad es sólo una prisión disfrazada.

Hipocresía: La verdad suele ser demasiado dolorosa. Lo sabes tan bien como yo. ¿Qué haces cuando destruyes vidas al revelarlo todo? Les permito seguir viviendo sin este dolor. Hay una especie de gracia en la ilusión.

Honestidad: El dolor es el precio de la libertad. Quienes eligen afrontarlo crecen, se hacen más fuertes. Contigo se estancan, prisioneros de una mascarada que los agota a largo plazo. Estás impidiendo que mejoren.

Hipocresía: Tal vez... pero los hago felices, al menos por un tiempo. ¿Y qué es la vida sino una sucesión de momentos? Los míos son suaves y llenos de comodidad. La tuya, brusca y muchas veces cruel.

Honestidad: La crueldad no viene de mí, sino de la realidad que revelo. No lo creo, lo expongo. Quienes enfrentan la verdad terminan encontrando una paz más duradera que tus sonrisas vacías.

Hipocresía: Entonces, ¿por qué nunca podré ser eliminada? ¿Por qué estoy siempre presente, en cada época, en cada momento? Quizás porque en el fondo la gente me necesita tanto como a ti.

Honestidad: Quizás. Pero nunca deben olvidar que sin la verdad su felicidad sigue siendo frágil. Sólo les estás vendiendo tiempo prestado. Les ofrezco algo más, aunque les cueste.

Hipocresía: Ah, querida Honestidad, estamos condenados a cruzarnos eternamente. Seguiré dando sueños, y tú... tú vendrás y los despertarás.

Honestidad: Y es en este despertar donde reside su salvación. Recuerda esto.

Hipocresía: Vamos, mira a tu alrededor. Este siglo, esta era, todo lo que la gente hace y dice. Nunca han amado tanto la ilusión como hoy. Redes sociales, apariencias, filtros… Todo está cuidadosamente calibrado para que todos se sientan bien con sus mentiras. No soy yo quien los obliga a esconder el rostro, son ellos los que lloran por mí.

Honestidad: Es sólo una máscara temporal. Con el tiempo comprenderán que la verdad es esencial, aunque sea difícil de aceptar. Nadie puede escapar de la realidad para siempre.

Hipocresía: ¡Ah, pero nunca habían tenido tantas formas de escapar! Hablas como si la gente todavía estuviera buscando la verdad… ¡pero mira! Se rodean de distracciones constantes: entretenimiento, mentiras compartidas, me gusta y sonrisas falsas. ¿Por qué recurrirían a ti cuando les ofrezco todo lo que quieren? Es mucho mejor seguirme. ¿Por qué afrontar la realidad cuando simplemente puedes evitarla?

Honestidad: La verdad siempre los alcanza al final. Las ilusiones, por muy seductoras que sean, no duran para siempre. Se desmoronan, y cuando se desmoronan, la gente se enfrenta a un dolor aún mayor.

Hipocresía: Sí, tal vez, pero ¿cuántos están dispuestos a admitirlo? ¿Cuántos están realmente dispuestos a afrontar este dolor? Dime... ¿no ves que hasta los más fervientes defensores de la verdad se doblegan bajo el peso de sus propias contradicciones? Mírenlos, estos pensadores, estos intelectuales... Abogan por la transparencia, pero en las sombras se cubren con mis velos. Me utilizan porque, en el fondo, nadie quiere verlo todo, saberlo todo.

Honestidad: Estas son debilidades humanas. Pero sigo creyendo que algunos buscan algo más profundo, algo más allá de sus ilusiones.

Hipocresía: Quizás... pero estos pocos individuos no cambiarán el mundo. Las masas no buscan el despertar. Busca consuelo, tranquilidad. ¿Quién quiere cuestionarse constantemente? ¿Quién quiere sufrir al mirarse al espejo sin maquillaje? Prefieren un reflejo embellecido, una dulce ficción a una dura verdad. Aquí es donde entro yo y por eso triunfo.

Honestidad: Pero... ¡no pueden evolucionar sin enfrentarse a la verdad!

Hipocresía: ¿Evolucionar? ¿Pero quién te dice que quieren evolucionar? Quieren sobrevivir. Encontrar significado en un mundo que se ha vuelto demasiado complejo y demasiado opresivo. La verdad sólo les ofrece más angustia. Les doy una salida de emergencia. Un dulce sueño donde no tengan que pensar en los escombros de sus propios fracasos.

Honestidad: Sólo los mantienes estancados, en parálisis.

Hipocresía: Y esta parálisis, este letargo... es tan seductor. Míralos, pegados a sus pantallas, a sus falsas certezas. Preferirían no despertarse nunca, porque el sueño es mucho más cómodo. Y yo soy el guardián de este sueño. Sin mí, caerían en un pánico que nunca podrías aliviar. Entonces, Honestidad… dime otra vez, ¿quién de nosotros es realmente más necesario?

Honestidad: Quizás tengas razón... Este siglo no parece estar preparado para aceptar la verdad. Tal vez incluso me haya convertido en una carga.

Hipocresía: Ahí lo tienes... Lo sientes, ¿no? Ya no te quieren, no ahora. La verdad es demasiado brutal para esta época. Lo que buscan es una manera de continuar sin mirarse nunca a sí mismos. Y les doy exactamente eso.

Honestidad: Quizás mi rol ya no tenga cabida aquí. Tal vez necesito dar un paso atrás... por un tiempo.

Hipocresía: Exacto. Déjalos descansar, perderse un poco más en mis brazos. Y cuando estén listos, realmente listos... volverás. Pero por ahora me eligen a mí.

Honestidad: Sólo puedo inclinarme.

Amal DJEBBAR

https://nouveau-monde.ca/le-masque-et-le-miroir/  

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