DELITO DE ODIO
UNA NUEVA HERRAMIENTA DE CONTROL Y REPRESIÓN
A raíz de la falsa pandemia, los gobiernos de prácticamente
todo el mundo se han lanzado a impulsar multitud de leyes, que atacan
deliberadamente la libertad y el bienestar de las personas, a una escala nunca
antes vista.
Los hechos que estamos viendo en nuestro país (inmigración
descontrolada consentida, ideología de género hasta en la sopa, censura
disfrazada de control de la información) no son acontecimientos aislados
impulsados por nuestro gobierno “progre”, sino que forman parte de un mismo
proceso a escala mundial.
Si hacemos un ejercicio de memoria, veremos que en los últimos cuatro años el mundo ha cambiado tan rápidamente que casi ha llegado a ser irreconocible.
Todo empezó en diciembre de 2019, donde un médico de Wuhan (China)
vio cuatro casos de neumonía estereotipada y los catalogó de “misteriosos”.
Entonces, un virólogo empezó a buscar algo que no tenía motivos para pensar que
existiera y “casualmente” lo encontró: el virus SarsCov-2, que dio origen a la
enfermedad Covid-19 y, por ende, a la falsa pandemia y la “nueva normalidad”.
La narrativa de la “pandemia”, según la OMS, fue la
siguiente: “El Covid-19 puede parecer y actuar como la gripe, pero en realidad
es especial y diferente”. ¡Sí señor, con dos cojo***!
Está claro que cuando inventas una nueva enfermedad, que es
idéntica a una existente, debes anunciarla con bombo y platillo. Y eso fue lo
que hicieron: la anunciaron, la secuenciaron, pusieron en marcha los test PCR
para diagnosticarla y le dieron el nombre de Covid-19. Y todo en menos de un
mes.
Luego pusieron en marcha la “nueva normalidad”: un proyecto
globalista mundial, para controlar hasta el último movimiento y pensamiento de
cada individuo en este planeta.
Desde entonces, nuestros gobiernos están en guerra contra
todo lo anterior a la “nueva normalidad”. Están en contra del dinero en
metálico, los alimentos naturales, la energía barata, los coches de gasolina y
gasoil, la propiedad privada, la libertad de expresión y un larguísimo
etcétera.
Pero el invento más ingenioso salido de la “nueva
normalidad”, que además lo abarca todo, es el “delito de odio”; vamos, la
cuadratura del círculo.
Creo que ya he dicho en alguno de mis artículos que tanto el
odio como el amor son sentimientos que no se deben enjuiciar. Por lo tanto, no
se puede hacer una ley que penalice el odio convirtiéndolo en un delito. El
delito sería agredir a alguien porque se le odia. Evidentemente, el delito está
en la agresión, no en el sentimiento (en este caso el odio). Por consiguiente,
el “delito de odio” no es más que otra burda manipulación del lenguaje para
convertirlo en una herramienta de control y represión.
Como ya habrán observado algunos de mis seguidores, Google
acaba de cerrar mi blog, “pepeluengo.blogspot.com”, en el que llevaba
publicando artículos desde el año 2012. Su justificación, que el contenido
vulnera las normas de la comunidad blogger. ¿Y qué normas son esas? Pues son
unas normas tan amplias y tan ambiguas que lo abarcan todo: contenido para
adultos pernicioso; exploración y abuso sexual infantil; acoso sexual;
extorsión sexual; actividades peligrosas e ilegales; hostigamiento; acoso y
amenazas; incitación al odio; suplantación de identidad; difundir
información falsa; divulgar contenido engañoso relacionado con teorías de la
conspiración; incitar a prácticas sanitarias, educativas o científicas
perjudiciales y un largo etcétera. En definitiva, lo que dice Google es: “te
cierro el blog porque no me gusta el contenido, y punto”.
Naturalmente, he hecho la correspondiente reclamación
pidiendo explicaciones de por qué se ha cerrado mi blog. Y, tal y como
sospechaba, la respuesta ha sido: “Tu contenido ha infringido nuestra
política de MISLEADING_INFO”. O sea, que según Google (poseedor de la verdad
absoluta) difundo información engañosa que puede llevar a la incitación
al odio.
Es evidente que el “delito de odio” es tan ambiguo que se
puede aplicar a cualquier cosa. Por lo tanto, se ha convertido en la
herramienta perfecta para acallar, juzgar y condenar a cualquiera que se salga
de lo “políticamente correcto”, como en mi caso.
Seamos serios. Si bien el Estado puede sancionar los actos
vandálicos de los ciudadanos, no debe, de ninguna de las maneras, sancionar sus
ideas, pensamientos o sentimientos. Porque, vamos a ver, ¿quién puede definir
la frontera entre la conducta legal y la delictiva del odio? Nadie, pues es
imposible distinguir de manera objetiva e indiscutible lo que es ofensivo de lo
que no lo es, pues todo depende de la sensibilidad de cada persona.
Está claro que si eres un buen ciudadano, estás de acuerdo
con el gobierno, obedeces escrupulosamente sus mandatos y repites como un
mantra su propaganda no tienes nada que temer. Ahora bien, si se te ocurre
poner en duda alguna de esas nuevas ideologías que han proliferado como setas,
criticar la actuación del gobierno en materia de inmigración ilegal o tener
pensamiento crítico automáticamente te conviertes en un delincuente de odio.
Sin embargo, si cualquier poder fáctico es el que te insulta,
te cataloga como un ser repugnante al que hay que aislar, marcar como a los
judíos durante el holocausto o hacerte la vida imposible, eso no es “delito de
odio”, eso es por el bien de todos, tal y como vimos durante la falsa
pandemia.
Lo soez, la grosería, la insolencia, la falta de tacto o la
mala educación pueden merecer -y de hecho lo merecen- el reproche social, pero
nunca un castigo penal. Y es que el pensamiento solo se puede combatir con otro
pensamiento, no con castigos ni prohibiciones.
Estamos asistiendo a un auténtico disparate. Sin embargo, la
verdadera tragedia aquí es que a nadie parece importarle. Y es que la gente
está tan inmersa en su rutina cotidiana, que no es consciente de que se está
jugando la poca libertad que aún le queda.
¿Qué está pasando? ¿Por qué la gente no reacciona? ¿Por qué
traga todo lo que le echen? No sé si a más personas les ocurrirá lo mismo que a
mí, pero últimamente llevo observando que algo le falta a la gente. Es como si
le hubieran robado algo que tenía antes del Covid-19. O dicho de otro modo,
como si el Covi-19 nos hubiera convertido a todos en una manada de zombis.
Cuando hablas con la gente, la inmensa mayoría está cansada
de tanta tiranía y ansía un mundo donde reine la honradez, la libertad, la paz,
el amor y la alegría. Pero para llegar a eso debemos implicarnos y no
escondernos. Y yo me pregunto, ¿para cuándo lo vamos a dejar?
https://pepeluengo2.blogspot.com/2024/10/delito-de-odio-una-nueva-herramienta-de.html
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