5.8.25

Ustedes carecen de la tenacidad necesaria para sostener una lucha real hasta el final

ESHKOL BEN-AMI, ESTRATEGA ISRAELÍ               

Arquitecto en la sombra del nuevo orden de Oriente Medio

La cita fue acordada con semanas de antelación. Se trataba de un encuentro excepcional con uno de los hombres más influyentes —y discretos— de la escena estratégica internacional. No aparece en portadas, no concede ruedas de prensa, pero su firma figura en memorandos que luego se traducen en guerras, tratados, sanciones o reconstrucciones. 

No pertenece formalmente a ningún gobierno, pero asesora a varios. Su nombre, por razones obvias, no será revelado de forma explícita. Aunque el lector atento sabrá colocarlo en su mapa: Eshkol Ben-Ami, un nombre desconocido para el común de los mortales.

El encuentro tuvo lugar a primeros de julio de 2025 en su residencia privada de Palm Beach, Florida. Una mansión blanca de estilo neoclásico, con columnas dóricas y un jardín donde el orden parece regido por un algoritmo invisible.

A la entrada, dos empleados uniformados nos recibieron sin demasiadas preguntas. Uno de ellos nos condujo hasta un salón circular desde cuya cristalera se divisaba el océano. Amplio, sobrio, con paredes cubiertas de mapas antiguos del Levante y retratos de figuras políticas hebreas.

Allí nos aguardaba el anfitrión. Cerca de los sesenta años, delgado, rostro anguloso, cabello gris bien cortado, ojos azules penetrantes. Vestía sin ostentación: camisa de lino, pantalón claro, mocasines sin calcetines. Si tuviéramos que compararlo con alguien, sería con Yuval Noah Harari, aunque más elegante, más contenido y con más pelo. Menos ideólogo, más estratega.

Se levantó al vernos, nos saludó con cordialidad y nos ofreció algo de beber. Agua filtrada, zumo de granada o café turco —que dijo preferir por su aroma a tierra húmeda. La conversación empezó sin grabadora. Comentarios triviales, alguna referencia al calor del verano, elogios educados a la puntualidad. Es un hombre que ha asumido el mando de su tiempo. No necesita imponerlo: lo ejerce.

Antes de comenzar la entrevista, le aclaramos que podría revisar sus declaraciones antes de su publicación. Sonrió levemente.

Ben-Ami: No se preocupen —dijo—. Diré solo lo que quiero decir.

Encendimos la grabadora.

Periodista: Señor Ben-Ami, usted asesora a múltiples gobiernos y forma parte de círculos de decisión muy influyentes a nivel global. Su experiencia en materia económica, financiera y geoestratégica le convierte en un testigo privilegiado de lo que ocurre en el mundo. Para comenzar, ¿cómo describiría el estado actual del equilibrio de poder global?

Ben-Ami: El poder nunca ha estado equilibrado. Lo que ustedes llaman equilibrio es solo una forma transitoria de dominio aceptado. Hoy, como siempre, el poder pertenece a quienes controlan los flujos: el dinero, la energía, la información y la narrativa. Lo demás es folclore político para consumo local.

Periodista: En estos momentos, estamos asistiendo a una situación muy tensa en Oriente Medio. Los acontecimientos del 7 de octubre marcaron un punto de inflexión. ¿Cuál es su análisis?

Ben-Ami: Las tragedias siempre cumplen varias funciones. Algunas emocionan, otras justifican. Aquel día se activó una narrativa cuyo desenlace estaba ya trazado. ¿Qué duda cabe de que Hamas es un enemigo real para Israel? Pero también es un enemigo útil. Y como todo enemigo útil, se le permite sobrevivir. No hay nada nuevo en esto. Todos los grandes estados, incluidos los más democráticos, han financiado a sus propios enemigos en algún momento. No por maldad, sino por lógica.

Periodista: Hablemos del proyecto de Israel y del vaciamiento de Gaza. Hay quien sostiene que detrás de esta guerra no hay solo razones defensivas, sino un proyecto a largo plazo. ¿Qué puede decirnos de eso?

Ben-Ami: Los estados no sobreviven sin horizonte. Israel tiene uno: el Gran Israel. Lo han dicho, lo han escrito, lo han enseñado. Recuperar lo que consideran suyo. No hay ningún misterio. ¿Gaza? Gaza es un obstáculo. Pero puede convertirse en un paraíso: litoral, gas natural, ubicación estratégica… Imagine resorts, marinas, corredores logísticos. Para eso, claro, hay que desalojarla. ¿Qué se hace con los palestinos? Se les exporta. Europa tiene fronteras porosas y una necesidad demográfica urgente. Una civilización que no se reproduce ya está muerta. Solo queda enterrarla con elegancia.

Lo que dice sobre Gaza no sólo es cierto, sino que está funcionando. El europeo medio no quiere saber. Quiere una buena causa. Quiere llorar en paz. Se lo estamos dando.

Periodista: ¿Pero qué hay detrás de esa buena causa? ¿Cuál es el objetivo real?

Ben-Ami: El objetivo es simple: supervivencia y posición. Gaza es sólo el primer peldaño. Queremos el Corredor de David, estable, militarizado, que una el mar con las profundidades del Golán. Eso significa desplazar cientos de miles de personas. ¿Humanamente trágico? Sí. ¿Estratégicamente inevitable? También.

Periodista: ¿Y cómo se traza ese corredor?

Ben-Ami: No con mapas, sino con hechos consumados. Entramos, limpiamos, aguantamos. Luego vienen los ingenieros. Autopistas, sensores, patrullas. En seis meses es una franja. En dos años, es tierra nuestra. El mundo se acostumbra.

Periodista: ¿Cuál es la profundidad esperada?

Ben-Ami: Queremos hacer realidad el Corredor de David, mil kilómetros de profundidad estratégica en línea continua. Desde el litoral hasta más allá del Éufrates, pero no con tropas, sino con control indirecto: logística, inteligencia, drones. Gaza, el Sinaí, el sur de Líbano, parte de Siria. No necesitamos ocupar, solo neutralizar. El resto lo harán las guerras civiles que vendrán.

Periodista: ¿Y las potencias? ¿No frenarán eso?

Ben-Ami: ¿Quiénes? Europa está moralmente desarmada. Estados Unidos nos necesita como enclave fuerte. Rusia y China operan en otro plano. Nosotros jugamos a décadas. Ellos a semanas.

Periodista: ¿Qué papel juega el relato humanitario entonces?

Ben-Ami: Es esencial. La guerra ya no se gana sólo en el terreno, sino en el relato. Mostramos dolor, hacemos pausas, enviamos ayuda. Permitimos que griten “genocidio” desde sus salones. Eso desactiva sus acciones. La emoción los paraliza. Cuando reaccionen, el mapa ya habrá cambiado.

Periodista: ¿Y después de Gaza? ¿Qué viene?

Ben-Ami: Lo que siempre viene tras una limpieza: reordenamiento, repoblación, infraestructuras. Tecnoparques, zonas verdes, drones de vigilancia, población seleccionada. Lo llaman reconstrucción. Nosotros lo llamamos rediseño.

Periodista: ¿Cuál es el papel de Egipto en este escenario? ¿Y el resto de países musulmanes?

Ben-Ami: Egipto está neutralizado. Y no solo Egipto. Todas las grandes casas reales del Golfo, los emiratos, incluso Turquía en su retórica ambigua. No hay voluntad de enfrentamiento. ¿Por qué? Porque el petróleo ya no es lo que era, porque los flujos de capital vienen de otra parte y porque todas esas élites árabes están perfectamente conectadas al sistema financiero occidental. Les va bien. Y nosotros no los tocaremos. ¿Para qué? No están en nuestro eje operativo. Ellos se limitan a preservar sus privilegios, nosotros los respetamos, y cada uno hace su juego. Lo que ocurra en Gaza, o incluso en Cisjordania, no altera ese equilibrio. Lo tienen asumido. Lamentarán en público. Pero en privado colaboran.

Periodista: ¿Qué papel juega la inteligencia artificial en su estrategia?

Ben-Ami: La IA no es una herramienta. Es ya una capa esencial del mando. Estamos en transición hacia una guerra sin fricción: logística automática, reconocimiento de patrones en tiempo real, predicción del comportamiento civil, selección de objetivos, incluso redacción de informes diplomáticos. Todo eso lo puede hacer una IA entrenada con datos operativos. Lo que hacemos en Gaza es, en cierto modo, un experimento. Un laboratorio militar, sí. Pero también político, demográfico, psicológico. Medimos cómo responde una población sitiada a estímulos calibrados. Medimos cuánto tarda en colapsar un grupo armado cuando interrumpes sus relevos de mando y cuando haces que los civiles pierdan toda noción de continuidad vital.

Periodista: ¿Qué ocurrirá con los desplazados? Usted ha hablado de los campos temporales en el Sinaí…

Ben-Ami: Sí, pero eso es el escenario inmediato. No el final. A medio plazo, muchos terminarán en Jordania. Algunos en los Emiratos. Pero le diré algo: Europa los absorberá. Lo sabemos. No porque lo digamos nosotros, sino porque Europa no tiene otra salida demográfica. Lo disfrazarán de asilo, de ayuda humanitaria, de integración necesaria. Pero será una reubicación inducida. Y no será la última. África vendrá detrás. Europa será la esponja de lo que nosotros dejemos fuera de nuestro perímetro.

Periodista: ¿Y el horizonte? ¿2050? ¿Qué vislumbran ustedes?

Ben-Ami: El proyecto es claro. No lo ocultamos. Queremos un espacio continuo, desde el norte del Sinaí hasta el sur del Líbano. De Rafah a la frontera siria. Una franja amplia, asegurada, sin enemigos internos. ¿Es el Gran Israel? Llámelo como quiera. No lo hacemos por misticismo. Lo hacemos por seguridad, por demografía, por economía. El relato religioso está ahí, claro. Pero no nos guía un texto antiguo: nos guía la necesidad. Necesitamos esa franja. Necesitamos garantizar el agua, el control aéreo, la soberanía energética. No se puede vivir comprimidos entre enemigos demográficos. No con solo ocho millones de personas. Aunque vinieran todos los judíos del mundo —y no vendrán— seguiríamos siendo una minoría regional. Por eso usamos tecnología. Por eso queremos automatizar la defensa. Y por eso, también, necesitamos redibujar el mapa. Lo estamos haciendo. Gaza es solo un paso.

Periodista: Seamos claros, señor Ben-Ami. ¿Usted no es uno de los diseñadores de todo esto? ¿No está usted dentro del círculo de planificación global que ya sabía desde hace décadas cómo iba a resolverse esto?

Ben-Ami: Me halaga que me atribuya esa capacidad. Yo soy un técnico. Un servidor de mi pueblo. Un estudioso. Pero le aseguro que los planes, si existen, no los firma nadie. Son dinámicas. Lógicas históricas. Usted puede mirar en el archivo Kivunim de 1982, o si quiere en los trabajos de Oded Yinon. Todo está ahí. Lo que no se puede hacer es detener la Historia.

Periodista: ¿Por qué proteger a un criminal como Netanyahu? Un político corrupto, acusado formalmente por la justicia de su propio país, responsable de una política de exterminio y asedio que ha convertido Gaza en un matadero humano. ¿Es que es intocable?

Ben-Ami: Israel no se gobierna por sentimentalismos. Y no se destruye a un líder en medio de una guerra. Sí, hay causas abiertas. Pero también hay una necesidad objetiva de cohesión. En el frente no se discute quién da las órdenes. Se cumple. Y luego, si hay que hacer limpieza, se hará. Pero cuando toque.

Periodista: El Estado de Israel se fundó como respuesta al mayor horror del siglo XX, el exterminio nazi. Pero ¿cómo explica usted que hoy su país, en pleno 2025, esté generando imágenes que recuerdan al mismo holocausto? ¿Ha cerrado Israel el ciclo de víctima a verdugo?

Ben-Ami: Todos los pueblos tienen narrativas. Unos basan su identidad en la gloria. Otros, como el nuestro, en la tragedia. Pero eso no es incompatible con actuar con fuerza. Porque cuando estás convencido de que tu causa es justa, actúas con toda la potencia. También lo hizo Alemania. También lo hizo Roma. También lo hizo Estados Unidos en Hiroshima. Y nadie los juzga por eso, salvo en retrospectiva. Nosotros no tenemos tiempo para la retrospectiva. Estamos en medio de la guerra.

Periodista: En Europa existe una gran sensibilidad hacia lo que se denomina el genocidio en Gaza. ¿Europa puede ser un revulsivo moral contra Israel?

Ben-Ami: Eso resulta imposible, entre otros motivos, porque ya nos hemos encargado de operar un cambio profundo en la opinión pública. ¿Se da cuenta de que desde hace décadas hemos financiado la entrada masiva de musulmanes en los países europeos? Nos ha costado mucho dinero y organización, doblegar a los gobiernos, modificar la aplicación de la legislación hasta volverla profundamente injusta con los autóctonos. Pero ahora empezamos a recoger los frutos. Europa es hoy un hervidero de conflictos étnicos y religiosos: los musulmanes no se adaptan, desprecian la cultura europea, imponen sin pudor sus costumbres bárbaras. Una parte significativa de la población europea —en Inglaterra, Francia, España, Suecia, Holanda, Alemania— comprende perfectamente la limpieza étnica en Israel, porque la ha vivido en sus propias calles. Si pudieran, harían lo mismo. Tal vez, cuando el Gran Israel sea ya una realidad, les liberemos del dogal legal con el que ahora los mantenemos atados.

Periodista: Permítame formularle una cuestión especialmente incómoda. Hay quien sostiene que el proyecto del Gran Israel no se limita a una expansión territorial, sino que persigue una forma de dominio simbólico y funcional sobre el resto del planeta. Según esta visión, Jerusalén habría de convertirse en la capital espiritual y moral del mundo, mientras Tel Aviv actuaría como su centro logístico y de mando, gracias a la superioridad tecnológica, militar y financiera acumulada. En ese esquema, ¿cuál sería el lugar reservado al resto de la humanidad —los no-judíos, los goyim? ¿Debemos interpretar que la era que viene supondrá una forma nueva de servidumbre global, organizada desde un núcleo mesiánico con pretensiones de redención universal? ¿Es esto una caricatura, o hay algo de cierto en ello?

Ben-Ami: Lo que usted plantea pertenece más al terreno de las metáforas que al de la estrategia política. Sin embargo, entiendo la preocupación. El mundo está entrando en una etapa donde el vacío moral es insostenible. Las antiguas potencias han agotado sus relatos, y las nuevas —China, India, incluso Europa— carecen de una visión trascendente. Nosotros, en cambio, sí la tenemos. La tenemos desde hace miles de años. No impuesta: forjada.

Si eso molesta, es comprensible. Pero no es servidumbre lo que se ofrece al mundo. Es estructura. Orden. Capacidad de supervivencia. Y alguien tiene que hacerlo. ¿Quién, si no nosotros?

Dicho esto, es evidente que hay muchas exageraciones y malentendidos en esa visión que usted presenta. Nadie aquí habla de dominación racial ni de esclavitud. Pero sí hablamos, sin complejos, de liderazgo. Un liderazgo que no será votado democráticamente por el mundo, pero que será aceptado cuando el resto de las opciones colapsen. Porque el mundo busca dirección. Y quien tenga una brújula moral operativa en medio del caos, acabará guiando.

Periodista: Hay rumores, claro, muchos rumores. Algunos podrían calificarlo de conspiranoia, sin duda. Pero permítame hacerle una pregunta incómoda. ¿Qué hay de cierto en que ya existe —no digo un mesías, pero sí— un «rey del mundo»? No en sentido religioso, sino en sentido operativo. Un hombre que actúa como eje coordinador de todo este proceso, que reside, quizá, en Tel Aviv. Y que se apoya en un consejo asesor de 13 miembros —algunos hablan de una referencia simbólica a las 12 tribus más una, la tribu oculta—. Y más abajo, una asamblea de 300 personas, inteligentísimas, influyentes, ricas, capaces, que lo sostienen. ¿Es esto una estupidez? ¿Una quimera? ¿O existe realmente una figura que dirige, aunque sea simbólicamente, el tránsito hacia el nuevo mundo?

Ben-Ami: Lo que usted describe es una exageración. Pero no es una tontería. Toda estructura necesita un centro de gravedad, aunque sea informal. Es natural que las personas proyecten una figura única donde en realidad hay un sistema. ¿Un rey del mundo? No. Pero hay inteligencias —colectivas y personales— que han comprendido antes que otras hacia dónde se dirigía el mundo. Y que han tenido la capacidad de anticiparse. Y de organizar.

Ahora bien, si usted quiere saber quién tiene realmente el poder, no necesita imaginar castillos ocultos ni rituales esotéricos. Solo tiene que observar la información pública. Mire quiénes son los CEO de las principales empresas tecnológicas, quiénes dirigen los fondos de inversión más grandes del planeta, quiénes controlan los medios de comunicación más influyentes. Verá que, en efecto, están controlados por nosotros.

Y no, no hace falta poseer todas las acciones de una empresa para controlarla. Basta con el porcentaje que permita designar al director general. Lo que importa no es la propiedad absoluta, sino la capacidad de dirección. Dirigir el mundo. Eso es lo que cuenta.

¿La llamada asamblea de los 300? Esa cifra es simbólica, claro. No son 300. Son más. Y están conectados. No mediante una tarjeta de socio, sino mediante una forma común de entender el mundo, el futuro y el poder. Usted puede llamarlo coordinación. O puede llamarlo conspiración. Depende de lo que necesite creer.

Pero no se equivoque: lo que está ocurriendo no es fruto del azar.

Periodista: Como usted sabe, existe un documento famoso titulado Los protocolos de los sabios de Sion, atribuido a la policía zarista, aunque su origen y autenticidad siguen siendo muy discutidos. Sin embargo, incluso quienes los consideran una falsificación, reconocen que hay en ellos —sobre todo en su primer capítulo— una descripción pasmosa de lo que ha acabado sucediendo. La metodología que allí se describe parece, hoy, cumplirse punto por punto. Mi pregunta es doble: si ustedes no escribieron ese libro, ¿quién lo hizo? Y si fue otro… ¿cómo es posible que conociera tan bien sus métodos como para acertar en todo?

Ben-Ami: Es irrelevante si los escribimos nosotros o no. Esa es la primera respuesta. No lo digo con desprecio, sino con precisión: es irrelevante. Porque el problema no está en el origen del texto, sino en su contenido. Si describe con agudeza ciertos mecanismos de control, entonces es útil para quien desee comprenderlos… y también para quien desee replicarlos.

La versión oficial, la de los historiadores académicos, ya la conoce: falsificación orquestada por la policía zarista, plagio de sátiras francesas, antisemita desde su génesis. Muy bien. No vamos a discutir eso aquí. Lo que sí puedo decir es que ningún campesino ruso, ni siquiera el jefe de su policía secreta, tenía acceso a los planos del verdadero poder global. Eso lo puede tener alguien que ha estado dentro. O cerca.

¿Y qué nos dice el contenido? Habla de manipulación mediática, de crisis económicas provocadas, de una élite oculta que se infiltra en partidos, gobiernos, religiones, culturas, hasta vaciarlas. ¿Le suena? Claro que sí. Porque eso es exactamente lo que ha ocurrido.

¿Quién pudo escribirlo entonces? Mire, el mundo del poder real —el que no se vota en las urnas— está atravesado por estructuras iniciáticas, por redes discretas de obediencia: masonerías, órdenes, sociedades filantrópicas de fachada. Todas —repito, todas— subordinadas a la B’nai B’rith. ¿Qué implica eso? Coordinación global. Una inteligencia de enjambre que opera sin ruido, pero con eficacia quirúrgica.

En ese entorno, no es imposible que alguien —quizá un iniciado de alto nivel, quizá alguien que conoció demasiado o cayó en desgracia— decidiera escribir algo. Algo que mezclara revelación, venganza y manipulación. Algo que describiera de forma tan exacta los métodos, que pudiera parecer un manual. O un espejo.

Y si usted me pregunta si es verdad lo que se dice allí, le diré: hay métodos que no son nuevos. Ya están en El Príncipe de Maquiavelo. En Las Cartas Persas. En la Biblia. Lo nuevo es la escala. El refinamiento. Y el hecho de que ahora ya no son hipótesis: son la realidad. Las puede ver.

Por eso Los protocolos no son un plan. Son una fotografía borrosa de una maquinaria real, en marcha. Y como toda foto, depende del ángulo con que se mire. Algunos ven ahí un monstruo. Otros, una obra maestra.

Periodista: ¿Cree usted que el mundo se dirige hacia un punto sin retorno? ¿O todavía hay margen para que las naciones despierten, comprendan lo que está ocurriendo y actúen contra su proyecto antes de que sea demasiado tarde? No sería la primera vez que el pueblo judío es expulsado de un país, o incluso de muchos países al mismo tiempo. ¿No temen ustedes que el planeta, al fin, los rechace de forma definitiva?

Ben-Ami: ¿Temer? ¿Nosotros? No sea ingenuo. ¿Quién podría expulsarnos? ¿Con qué instrumentos? ¿Con qué ejército? ¿Con qué moneda, si todas las monedas nos pertenecen? ¿Con qué gobiernos, si todos los gobiernos —hasta los que se odian entre sí— son, en última instancia, subsidiarios nuestros?

Créame, si una guerra estalla, nosotros la financiamos en ambos frentes. Si una revuelta surge, sabemos exactamente cuándo se apagará. Si una nación amenaza con alzarse, ya está infiltrada. Su mundo no tiene margen. El margen se cerró cuando ustedes entregaron su alma por un subsidio, por una pantalla, por una promesa de comodidad sin responsabilidad.

En cuanto a las cualidades que definen al ser humano entero, reconozco que entre ustedes hay mucha inteligencia, comparable a la nuestra. Pero ahí termina la comparación. Ustedes carecen de la tenacidad necesaria para sostener una lucha real hasta el final. Reaccionarán, sí, pero nunca hasta la victoria o la muerte. Tampoco tienen la valentía para afrontar la dimensión completa de esta empresa; cuando la entiendan, ni siquiera moverán un dedo. Algunos locos intentarán algo, pero ni siquiera llegarán a perturbarnos. Serán erradicados muy por debajo de nuestro nivel, en los estamentos inferiores de sus propios estados.

Y, por último, y quizás lo más crucial, les falta la solidaridad humana indispensable para enfrentar un desafío de esta magnitud. No son capaces de unirse ni siquiera entre ustedes mismos cuando la amenaza viene de afuera. La unidad es imposible sin esa solidaridad profunda.

¿Lo comprende? No se trata de si el mundo puede despertar. Se trata de que ya no sabe dónde están las llaves.

(Hace una pausa. Mira su reloj.) —Tengo un asunto que me reclama con urgencia.

Cuando salimos de la mansión, ya estábamos en el jardín bañado por la luz del atardecer. Nuestro coche esperaba silencioso entre los cipreses. Mientras caminaba hacia él, me invadió una sensación contradictoria que me obligó a detenerme un instante.

Como profesional, sentía una satisfacción profunda: la certeza de haber realizado una entrevista incisiva, precisa y valiente. Había desvelado capas ocultas, confrontado verdades incómodas y llevado al límite la conversación.

Pero como ser humano, me sentía completamente sobrepasado, vulnerable, casi derrotado. No destruido, ni derrotado en sentido absoluto, pero sí vencido en ese choque entre la lucidez brutal y la impotencia que provoca comprender la magnitud de ciertas realidades.

Era como si, a pesar de todo el control y poder descrito, quedara un abismo insalvable entre la mente estratégica y el corazón que aún quiere creer en algo más justo. Salir de allí fue dejar atrás un mundo, pero cargar con el peso de otro.

Conduje en silencio, pensando que esa contradicción era quizá el único espacio donde aún cabía la esperanza.

TRIBULETE

https://acratasnet.wordpress.com/2025/08/01/entrevista-con-eshkol-ben-ami-estratega-israeli-arquitecto-en-la-sombra-del-nuevo-orden-de-oriente-medio/  

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