¿HAY UN CAMBIO EN EL AIRE?
¿Alguien más siente
que hay un aire de cambio en el ambiente, ahora mismo?
Es difícil de describir, e incluso me cuesta expresar con
palabras lo que quiero decir exactamente con “cambio”. Es un término tan vago y poco comprometedor que,
por supuesto, muchos políticos lo utilizan como eslogan de campaña.
Todo el mundo quiere un cambio de una forma u otra, y mientras no se entre en detalles sobre cuál será ese cambio, se puede conseguir que una mayoría considerable lo acepte. Funcionó para Obama en Estados Unidos y funcionó para Keir Starmer en el Reino Unido.
Cuando digo que funcionó, me refiero a que funcionó a corto plazo. Funcionó para engañar al público y conseguir su apoyo, y cuando la gente se dio cuenta de que el «cambio» era sólo un cambio de nombre en la puerta, y que no iba a cambiar nada en el statu quo, ya era demasiado tarde.
Imagino que esa sensación de haber sido engañado por un
actor fraudulento armado con eslóganes ingeniosos es la que se está sintiendo
en todos los estados republicanos de Estados Unidos en este momento.
La sensación de cambio a la que me refiero es
diferente.
No es necesariamente algo que pueda definir con precisión,
pero las piezas se están moviendo en el tablero de ajedrez y, aunque soy
consciente de esos movimientos, me resulta difícil descifrar exactamente qué
jugadas se están llevando a cabo.
Lo único que sé es
que se están llevando a cabo.
Por conversaciones tanto en la vida real como en Internet,
sé que no soy el único que piensa así. Algo está pasando. Algunos están adoptando un enfoque más
optimista ante lo que se respira actualmente en el ambiente.
Ven cómo están
saliendo a la luz verdades ocultas en torno a Epstein y el cambio en la
política de prohibición de plataformas como YouTube como una confirmación de
que la gente por fin está ganando.
Creen que la marea está cambiando, y es posible que tengan
razón hasta cierto punto. Sin duda, eso espero. “Lo Woke está muerto”, proclaman personas como Piers Morgan mientras celebran la
victoria del sentido común sobre la demencia.
Quiero decir, si le molesta tanto la demencia, entonces
tendría un verdadero problema con su yo de la era covid (del falso virus) y sus
exigencias dignas de una celda acolchada de que todos nos sometiéramos al yugo
del cumplimiento.
Otros parecen más pesimistas. Sienten el cambio en el aire,
pero lo interpretan con un presentimiento. Algo se avecina, y ese algo no
es bueno.
Aunque sinceramente espero que se equivoquen, podrían tener
razón, y el aparente retroceso de la temporada de falsas banderas podría ser
simplemente la calma antes de una gran tormenta.
Gran parte de esto se
reduce a la percepción.
¿No es interesante que podamos ver el mismo resplandor en la
distancia y que algunos lo vean como una luz al final del túnel, una señal de
que todo va a salir bien, mientras que otros lo ven como un tren que se
aproxima?
Quizás la diferencia entre el resplandor del aire fresco, la
luz del sol y la libertad, y el resplandor de 125 toneladas de acero chirriante
y carbón ardiente, se encuentre en realidad dentro de nosotros.
Quizás la realidad la creamos nosotros mismos, con nuestras
percepciones, esperanzas y miedos, y nuestra forma de reaccionar ante
acontecimientos concretos determina cómo se desarrollan esos
acontecimientos.
Digo “quizás” como
si tuviera alguna duda de que eso es exactamente lo que está sucediendo aquí. Nosotros creamos el mundo que tememos, o
creamos el mundo que deseamos, siendo la única constante que somos nosotros
quienes lo creamos.
Esto no quiere decir que los demás no interfieran y afecten
nuestro entorno, o que no sucedan ni vayan a suceder cosas malas, pero la forma
en que reaccionamos ante éstas -evolucionamos a partir de las mismas o dejamos
que nos definan-, es lo que determina cómo se perfila nuestro mundo personal a
raíz de ello, y nuestro mundo personal es lo que proyectamos al exterior y a
los demás.
A veces se gana, a veces se aprende, ¿no?
Así que, sea cual sea ese cambio, que ahora mismo se asoma
sobre nosotros como la niebla matinal, para bien o para mal, tenemos que
preguntarnos cómo vamos a tratar a ese impostor y cómo vamos a permitir que nos
trate.
Porque independientemente de cuál sea tu origen, edad, sexo,
inclinación política o religiosa, nivel económico, todos estamos a punto de enfrentarnos a una encrucijada aquí en la
Tierra.
Creo que todos estamos de acuerdo en que, con la excepción
de un puñado de multimillonarios y psicópatas, nadie está pasando ahora por un
buen momento, por lo que el
cambio, de una forma u otra, es inevitable.
Vamos a recorrer un camino u otro. Un camino de libertad y
respeto mutuo, o un camino de odio, división y control absoluto.
El camino que acabaremos tomando es, por ahora, una
incógnita, y quizá eso sea precisamente el optimismo y/o el presentimiento que
percibimos a nuestro alrededor.
Pero sea cual sea el camino que tomemos y sea cual sea el
destino al que lleguemos, ¿seremos capaces de mirarnos al espejo y decir con
sinceridad “hice todo lo que
pude”?
Esa será la pregunta definitiva, independientemente del
camino recorrido.
¿Podremos decir que lo di todo, con cada fibra de mi ser,
para proteger a mis hijos y a mí mismo de la tiranía en la que nos
encontramos?
O, con mi optimismo habitual, ¿podremos decir que nuestros
hijos viven ahora en un mundo infinitamente mejor porque lo dimos todo, con
cada fibra de nuestro ser?
No importa lo que creas que te deparará el futuro, ya sea
que el viento nos traiga la luz del sol o la locomotora; llegará un momento en
el que el futuro ya no estará lejos, en algún lugar más allá del arcoíris, sino
que estará ante nosotros. El
futuro es el presente, y está frente a ti, cara a cara, con todo lo que crees
de verdad en tu corazón.
En ese momento, ya sea que decidamos acobardarnos o
levantarnos como el león que siempre estuvimos destinados a ser; se trata sólo
de eso: una elección.

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