CUANDO EL DISCERNIMIENTO SE CONVIERTE EN DISTORSIÓN
ENCONTRAR EL EQUILIBRIO EN UN MUNDO RUIDOSO
Hay un cambio sutil que puede ocurrir cuando pasamos
demasiado tiempo buscando lo que está mal en el mundo. Y recordarás la frase:
«La energía fluye hacia donde va la atención».
A menudo comienza con buenas intenciones, la búsqueda de la verdad, la exposición de la corrupción, el deseo de proteger a otros del engaño. Estos no son malos impulsos. De hecho, suelen nacer de la conciencia y el cuidado. Pero con el tiempo, si toda nuestra atención se centra en la oscuridad, algo cambia. Nuestra percepción se estrecha. Nuestro sistema nervioso se adapta. Y, con el tiempo, todo empieza a parecer sospechoso, incluso cuando no lo sea.
En el otro extremo del espectro se encuentran quienes usan
lo que a veces llamamos "gafas color de rosa". Solo ven lo positivo,
descartan la información incómoda y se aferran al optimismo como escudo. Si
bien esta perspectiva puede parecer más ligera, también es una perspectiva
limitada. Evitar la sombra no la hace desaparecer; simplemente nos deja sin la
preparación para reconocerla cuando importa.
Ambos extremos limitan la perspectiva.
El martillo y el clavo
Hay un viejo dicho: cuando lo único que tienes es un
martillo, todo parece un clavo.
En las comunidades que buscan la verdad, especialmente
aquellas que se basan en la exposición, esta dinámica puede arraigarse
silenciosamente. Si la exposición se convierte en la herramienta principal,
todo asunto empieza a parecer un encubrimiento. Si el rol de uno se define como
el de revelar verdades ocultas, el desacuerdo puede percibirse como
resistencia, y los matices como traición.
Esto no significa que la corrupción no exista. Sí existe. La
historia lo demuestra. Pero el discernimiento no es lo mismo que la
desconfianza perpetua. Cuando la exposición se convierte en la única lente a
través de la cual se ve la realidad, el discernimiento puede convertirse
silenciosamente en sospecha reflexiva.
En ese momento, el peligro ya no es solo externo. Se vuelve
interno.
Los lobos que alimentamos
Muchas culturas comparten una versión de la historia sobre
dos lobos que luchan en nuestro interior. Uno representa el miedo, la ira y el
resentimiento; el otro, la compasión, la claridad y la sabiduría. Cuando se
pregunta qué lobo gana, la respuesta es simple: el que alimentas.
Esta enseñanza suele malinterpretarse como un llamado a
ignorar la oscuridad. No lo es. Es un recordatorio sobre la concentración y el
alimento espiritual. Se trata de encontrar el equilibrio.
Si nos alimentamos exclusivamente de indignación, traición y
fatalismo, empezamos a encarnar la misma energía a la que decimos oponernos.
Nuestro lenguaje se endurece. Nuestro humor se vuelve burlón. Nuestra certeza
se vuelve frágil. Al intentar exponer la manipulación, podemos adoptar
inconscientemente sus tácticas: el ridículo, la repetición y la presión
emocional.
Surge silenciosamente una pregunta incómoda: ¿Nos estamos
convirtiendo en aquello que tratamos de descubrir, revelar o incluso burlar?
La Ley de Atracción, la Ley del Efecto y la Necesidad de
Pertenencia
En la psicología, la neurociencia y las tradiciones
espirituales, un principio aparece una y otra vez: la atención da forma a la experiencia.
Esto no es solo filosófico. En psicología, se conoce como
la ley del efecto, formulada por primera vez por Edward Thorndike,
que demuestra que las conductas y los patrones mentales que se refuerzan
tienden a fortalecerse con el tiempo, moldeando nuestra percepción y respuesta
al mundo.
La neurociencia moderna también respalda esta comprensión,
demostrando que los patrones sostenidos de atención influyen en la regulación
emocional, la percepción y la conectividad cerebral. En otras palabras, aquello
en lo que nos centramos habitualmente influye más que simplemente en nuestras
opiniones. Conforma cómo interpretamos y experimentamos la realidad misma.
Esta idea también refleja lo que muchas tradiciones
espirituales describen como la ley de la atracción: aquello en lo
que nos centramos constantemente tiende a amplificarse en nuestro campo de
experiencia. Al igual que los algoritmos de las redes sociales que nos muestran
más de lo que interactuamos, independientemente de si es preciso, útil o
perjudicial, nuestra atención atrae información, emociones y perspectivas que
nos refuerzan. No evalúa el significado ni la verdad; simplemente responde al
interés.
Cuando el miedo o la indignación dominan nuestra dieta
informativa, el sistema nervioso puede orientarse gradualmente hacia una alerta
constante. Con el tiempo, esto puede dificultar el mantener un discernimiento
firme, ya que la perspectiva se estrecha y las reacciones comienzan a
reemplazar la respuesta reflexiva.
En un mundo impulsado digitalmente, ¿se nos alienta cada vez
más a tomar partido o se nos está entrenando silenciosamente para que no
ejerzamos el libre albedrío?
Rompe la cadena y vuelve a la quietud
La meditación ofrece un contrapeso tranquilo a los ciclos de
reactividad, percepción estrecha y atención impulsada por el miedo.
En esos momentos, la atención se retira intencionalmente del
conflicto, el análisis y la narrativa, y se coloca en cambio en cualidades como
la presencia, la compasión, la gratitud y la alegría.
Nada se resuelve ni se debate; la consciencia simplemente
descansa. Y, sin embargo, con el tiempo, esta práctica transforma sutilmente la
percepción. Lo que cultivamos internamente —calma, apertura, coherencia— tiende
a resonar hacia afuera, generando experiencias e interacciones que reflejan
esas mismas cualidades.
A continuación se presentan siete formas en las que la meditación puede realmente cambiar el cerebro,
apoyando el proceso de romper los bucles de atención y fortaleciendo el
equilibrio interno:
- Reduce
la reactividad al estrés: la meditación ayuda a reducir la respuesta
del cerebro al estrés, haciendo que la atención basada en el miedo sea
menos automática.
- Mejora
la regulación emocional: la práctica regular mejora la capacidad de
responder reflexivamente en lugar de reaccionar impulsivamente.
- Fortalece
la atención y la concentración: la meditación entrena al cerebro para
mantener la atención y cambiarla intencionalmente.
- Mejora
la autoconciencia: una mayor comprensión de los propios patrones hace
que sea más fácil notar cuando la atención se ha reducido.
- Promueve
la integración neuronal: la meditación favorece la conectividad entre
las regiones del cerebro implicadas en la función ejecutiva y el
equilibrio emocional.
- Aumenta
la materia gris en áreas clave: la práctica a largo plazo está
vinculada con cambios estructurales en las regiones asociadas con el
aprendizaje y la memoria.
- Aumenta
la resiliencia y la empatía: la meditación fomenta una forma más
amplia y flexible de interactuar con la experiencia interna y externa.
Cuando cambiamos lo que transmitimos internamente, a menudo
notamos que el mundo responde de la misma manera, ofreciendo más de lo que
refleja el estado que hemos elegido habitar. Y cuando conscientemente retiramos
la atención de lo que no deseamos perpetuar, interrumpimos el ciclo que lo
mantiene energizado. Lo que ya no se nutre, naturalmente, comienza a perder
impulso.
Recuperando la vista de 5.000 pies
Equilibrio no significa desapego. Significa altitud.
A 1500 metros, las tormentas son visibles sin ser
abrumadoras. Surgen patrones imposibles de ver desde el suelo. Hay movimiento,
pero también espacio. Es como flotar en aguas tranquilas mientras las olas se
mueven bajo tus pies, o como estar en el ojo de la tormenta, donde la claridad
reina incluso en medio del caos.
Desde este punto de vista:
- Podemos
reconocer las malas acciones sin dar por sentado que existe corrupción
universal.
- Podemos
reconocer el progreso sin declarar una victoria ciega.
- Podemos
permanecer abiertos sin ser ingenuos.
- Podemos
ser cautelosos sin volvernos cínicos.
Ésta es la diferencia entre inmersión y orientación.
La soberanía y la presión para tomar partido
Muchos de los problemas más polarizantes de nuestro tiempo
— la COVID, la integridad electoral, los conflictos geopolíticos— tienen una
carga social tácita. Las personas a menudo se sienten obligadas a "tomar
partido", no solo para expresar sus valores, sino también para pertenecer.
Sin embargo, la verdadera soberanía no exige alinearse con
ningún bando, narrativa o autoridad. Requiere algo más sutil y exigente: la
valentía de afrontar la incertidumbre, de mantener múltiples perspectivas sin
externalizar el juicio y resistir la comodidad de una certeza prestada.
La pertenencia que se obtiene a costa de la autoridad
interna es simplemente otra forma de dependencia.
Una maduración del discernimiento
Quizás este momento no se trate sólo de descubrir la verdad,
sino de cómo se mantiene y se comparte la verdad.
No todos los asuntos requieren una postura. No todos los
desacuerdos requieren persuasión. No todas las narrativas requieren
amplificación.
A veces el acto más soberano es hacer una pausa, ampliar el
lente y preguntar: ¿cómo me hace sentir esto?
- ¿Esta
información amplía la conciencia o la limita?
- ¿Se
trata de potenciar el discernimiento o de reclutar la creencia?
- ¿Me
aporta claridad o simplemente refuerza lo que ya pienso?
En un mundo saturado de información, la habilidad más rara
quizás sea saber dónde poner nuestra atención… y cuándo dar un paso atrás.
La soberanía no nos exige que nos sumemos a la corriente ni
que gritemos nuestras opiniones desde el púlpito. Nos exige ser fieles a
nuestra naturaleza, permitiendo al mismo tiempo que otros hagan lo mismo.
Porque la claridad no grita ni empuja, y no necesita que
todos estén de acuerdo. Simplemente se mantiene en pie: firme, espacioso y
libre.
Mi consejo es simple: sé el cambio que quieres ver en el
mundo y observa cómo el mundo comienza a reflejar quién eres.
Reverenda Kat Carroll

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