EE.UU. PACTÓ CON LOS ‘DEMONIOS’
A CAMBIO DE
TECNOLOGÍA NUCLEAR
Tucker Carlson asegura que la tecnología
nuclear fue entregada a EE.UU. por fuerzas no humanas, reabriendo el vínculo
entre ovnis, espiritualidad y poder político
«La tecnología nuclear no ha sido desarrollada por
científicos humanos, sino entregada al gobierno de Estados Unidos por ‘fuerzas
demoníacas'». Se trata del titular que dejó el comentarista conservador Tucker Carlson, una de las voces más
influyentes del panorama mediático estadounidense, durante una emisión del
podcast War Room, que dirige el no menos influyente Steve Bannon.
“No conozco a nadie que pueda señalar el momento preciso en que la tecnología nuclear se hizo pública» -agregó. Y se preguntó a continuación: «¿De dónde salió? Para mí, es muy claro que esto no proviene de fuerzas humanas… son demoníacas”. Según Carlson, las armas nucleares no son simplemente un logro científico: son “malas por naturaleza”, producto de una creación demoníaca, no de un avance tecnológico tradicional.
Más allá del sensacionalismo, lo que destaca es que el
expresentador de Fox News no lo dijo en un foro conspiranoico marginal, sino en
un espacio con capacidad de influir —un podcast político seguido entre círculos
conservadores, con conexiones reales al poder. Eso da peso mediático, aunque no
sea una evidencia verificable.
¿Un giro espiritual en la narrativa OVNI?
Lo que resulta especialmente sugerente —y aterrador— es que
esta declaración no llega sola y adquiere relevancia ahora porque se integra en
una corriente creciente en la que figuras públicas y algunos miembros del establishment de
Estados Unidos reinterpretan el fenómeno OVNI no como algo extraterrestre, sino espiritual: Demonios y fuerzas
angelicales.
Basta recordar, por ejemplo, el intrigante comentario
en redes de la representante Anna
Paulina Luna en la que se aseguraba que los ángeles de
verdad son como los describe la Biblia: criaturas con múltiples alas
y ruedas entrelazadas llenas de ojos… su creencia encaja en el creciente
ecosistema de políticos, asesores y activistas implicados en la
desclasificación de Fenómenos Anómalos No Identificados (UAP) que ven en
este fenómeno una dimensión no solo tecnológica, sino también espiritual
como se puede constatar en el documental The Age of
Disclosure. El mismísimo vicepresidente de Estados
Unidos, J.D. Vance, declaró
públicamente no estar seguro
de si los ovnis y los extraterrestres son realmente seres de otro planeta… o
algo mucho más sobrenatural, tal vez ángeles o demonios.
Para muchos, esta metamorfosis narrativa no es casual. El
fenómeno OVNI, durante décadas asociado a la ciencia ficción y a posibles
civilizaciones extraterrestres, vuelve de pronto a un terreno trascendental: el
de las fuerzas sobrenaturales, la guerra entre el bien y el mal.
¿Es una coincidencia que ese giro coincida con épocas de
crisis geopolítica, de miedo existencial, de rearme nuclear? ¿Devuelve a
la religión lo que la idea de “extranjeros del espacio” había secularizado?
No son preguntas retóricas, revelan una grieta simbólica e
ideológica donde se funden conspiración, creencia y poder. La intensa
atención que el público concede a los ovnis implica que cada nueva anomalía en
el cielo es examinada no solo por científicos, sino también por quienes buscan
confirmar sus creencias, un fenómeno que hemos visto manifestado con el objeto interestelar, 3I/ATLAS.
Esto es lo que lleva a pensar al periodista del New
York Post, Steven Greenstreet que
una nueva y extraña fe se está extendiendo silenciosamente por los pasillos del
poder estadounidense, una creencia basada en lo alienígena.
Las contradicciones
Desde el punto de vista racional, las afirmaciones de
Carlson son difíciles de defender. La
historia de la energía nuclear está bien documentada: descubrimientos
acumulativos, avances científicos graduales, evidencias claras de fechas,
nombres y procesos. Otra cosa es que los fenómeno anómalos no identificados
hayan sido avistados cerca de centrales nucleares o incluso hayan inutilizado
misiles como en el conocido incidente
de Malmstrom de 1967.
Decir que la tecnología vino de demonios equivale a decir
que debería existir un punto cero: un momento en el que la humanidad pasó de no
tener idea alguna a dominar el átomo gracias a una transferencia espiritual o
sobrenatural. Carlson mismo reconoce que no hay un nombre, fecha ni científico
que lo respalde.
Y sin embargo… eso no impide que su versión cale. Porque el
fenómeno no busca convencer con pruebas. Busca resonar en un imaginario
colectivo: el de lo prohibido, lo oculto, lo ancestral. Y ahí, el horror
nuclear se reinventa como horror espiritual.
OVNIs, demonología y política
Para quienes seguimos los avatares del fenómeno ovni este
giro en la narrativa tiene varias implicaciones inquietantes.
Primero: demuestra que lo ufológico no siempre busca
“explicaciones racionales basadas en ciencia”, sino que puede ser reabsorbido
por creencias espirituales, transformando ovnis en ángeles o demonios.
Segundo: legitima una narrativa de poder —y miedo— distinta.
Si lo nuclear, lo desconocido, lo anómalo proviene de fuerzas más antiguas que
la ciencia, entonces el debate sobre regulación, ética, armas o divulgación
queda desplazado a un plano religioso.
Y tercero: abre una grieta simbólica —y urgente— en el relato
contemporáneo: la frontera entre lo paranormal, lo conspirativo y lo real se
vuelve borrosa. ¿Cómo distinguir entre un testimonio, una creencia, una
manipulación? ¿Qué credibilidad merecen quienes dicen conocer “la verdad
espiritual”?
Si aceptamos que el gobierno de EE.UU. pudo “hacer un trato
con demonios” para obtener tecnología nuclear… ¿qué otras verdades podrían
ocultar esas fuerzas? ¿No estaremos ante un reempaquetado moderno del miedo
ancestral —guerra, arma atómica— disfrazado de revelación espiritual?
Lo que añade otra capa de inquietud es el contexto político.
En las últimas elecciones, Donald
Trump recuperó la Casa Blanca gracias, en buena medida, al voto ultracatólico y
evangélico, un bloque que interpreta la realidad a través de un marco
espiritual rígido y que ve el mundo como un campo de batalla entre el bien y el
mal. ¿Encaja esta narrativa demonológica con ese electorado? Las declaraciones
de Carlson parecen diseñadas para resonar precisamente con ese público, para
devolverle a la Iglesia —o al imaginario religioso tradicional— un protagonismo
que el fenómeno ovni había erosionado durante décadas de cientificismo.
Si los “extraterrestres” son, en realidad, ángeles caídos,
entonces el misterio vuelve al terreno familiar del catecismo, la cultura de
guerra espiritual se refuerza y el votante religioso recupera el control
interpretativo del fenómeno. ¿Es este giro sobrenatural una convicción sincera
o una estrategia retórica para unificar a un electorado que necesita sentirse
parte de un combate cósmico? En Estados Unidos, a veces, ambas cosas parecen
indistinguibles.
Quizá, al final, lo verdaderamente perturbador no sea si
Carlson cree o no en demonios, sino que un sector influyente del discurso
político estadounidense esté dispuesto a reinterpretar la historia —incluida la
nuclear— a través de un prisma sobrenatural. Si la tecnología ya no es fruto
del ingenio humano sino de pactos oscuros, si los ovnis vuelven a ser
mensajeros de otras esferas y no artefactos físicos, ¿no estaremos asistiendo a
un retorno de lo sagrado en el corazón mismo del poder? Puede que la pregunta
clave no sea qué pactos hizo el gobierno, sino qué pactos está dispuesto a
creer el ciudadano. Y, sobre todo, qué
vacío pretende llenar esa nueva fe alienígena.
https://maestroviejo.blog/ee-uu-pacto-con-los-demonios-a-cambio-de-tecnologia-nuclear/

No hay comentarios:
Publicar un comentario