5.12.25

Reinterpretar la historia —incluida la nuclear— a través de un prisma sobrenatural?

EE.UU. PACTÓ CON LOS ‘DEMONIOS’

A CAMBIO DE TECNOLOGÍA NUCLEAR

Tucker Carlson asegura que la tecnología nuclear fue entregada a EE.UU. por fuerzas no humanas, reabriendo el vínculo entre ovnis, espiritualidad y poder político

«La tecnología nuclear no ha sido desarrollada por científicos humanos, sino entregada al gobierno de Estados Unidos por ‘fuerzas demoníacas'». Se trata del titular que dejó el comentarista conservador Tucker Carlson, una de las voces más influyentes del panorama mediático estadounidense, durante una emisión del podcast War Room, que dirige el no menos influyente Steve Bannon.

“No conozco a nadie que pueda señalar el momento preciso en que la tecnología nuclear se hizo pública» -agregó. Y se preguntó a continuación: «¿De dónde salió? Para mí, es muy claro que esto no proviene de fuerzas humanas… son demoníacas”. Según Carlson, las armas nucleares no son simplemente un logro científico: son “malas por naturaleza”, producto de una creación demoníaca, no de un avance tecnológico tradicional.

Más allá del sensacionalismo, lo que destaca es que el expresentador de Fox News no lo dijo en un foro conspiranoico marginal, sino en un espacio con capacidad de influir —un podcast político seguido entre círculos conservadores, con conexiones reales al poder. Eso da peso mediático, aunque no sea una evidencia verificable.

¿Un giro espiritual en la narrativa OVNI?

Lo que resulta especialmente sugerente —y aterrador— es que esta declaración no llega sola y adquiere relevancia ahora porque se integra en una corriente creciente en la que figuras públicas y algunos miembros del establishment de Estados Unidos reinterpretan el fenómeno OVNI no como algo extraterrestre, sino espiritual: Demonios y fuerzas angelicales.

Basta recordar, por ejemplo, el intrigante comentario en redes de la representante Anna Paulina Luna en la que se aseguraba que los ángeles de verdad son como los describe la Biblia: criaturas con múltiples alas y ruedas entrelazadas llenas de ojos… su creencia encaja en el creciente ecosistema de políticos, asesores y activistas implicados en la desclasificación de Fenómenos Anómalos No Identificados (UAP) que ven en este fenómeno una dimensión no solo tecnológica, sino también espiritual como se puede constatar en el documental The Age of Disclosure. El mismísimo vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance, declaró públicamente no estar seguro de si los ovnis y los extraterrestres son realmente seres de otro planeta… o algo mucho más sobrenatural, tal vez ángeles o demonios.

Para muchos, esta metamorfosis narrativa no es casual. El fenómeno OVNI, durante décadas asociado a la ciencia ficción y a posibles civilizaciones extraterrestres, vuelve de pronto a un terreno trascendental: el de las fuerzas sobrenaturales, la guerra entre el bien y el mal.

¿Es una coincidencia que ese giro coincida con épocas de crisis geopolítica, de miedo existencial, de rearme nuclear? ¿Devuelve a la religión lo que la idea de “extranjeros del espacio” había secularizado?

No son preguntas retóricas, revelan una grieta simbólica e ideológica donde se funden conspiración, creencia y poder. La intensa atención que el público concede a los ovnis implica que cada nueva anomalía en el cielo es examinada no solo por científicos, sino también por quienes buscan confirmar sus creencias, un fenómeno que hemos visto manifestado con el objeto interestelar, 3I/ATLAS.

Esto es lo que lleva a pensar al periodista del New York PostSteven Greenstreet que una nueva y extraña fe se está extendiendo silenciosamente por los pasillos del poder estadounidense, una creencia basada en lo alienígena.

Las contradicciones

Desde el punto de vista racional, las afirmaciones de Carlson son difíciles de defender. La historia de la energía nuclear está bien documentada: descubrimientos acumulativos, avances científicos graduales, evidencias claras de fechas, nombres y procesos. Otra cosa es que los fenómeno anómalos no identificados hayan sido avistados cerca de centrales nucleares o incluso hayan inutilizado misiles como en el conocido incidente de Malmstrom de 1967.

Decir que la tecnología vino de demonios equivale a decir que debería existir un punto cero: un momento en el que la humanidad pasó de no tener idea alguna a dominar el átomo gracias a una transferencia espiritual o sobrenatural. Carlson mismo reconoce que no hay un nombre, fecha ni científico que lo respalde.

Y sin embargo… eso no impide que su versión cale. Porque el fenómeno no busca convencer con pruebas. Busca resonar en un imaginario colectivo: el de lo prohibido, lo oculto, lo ancestral. Y ahí, el horror nuclear se reinventa como horror espiritual.

OVNIs, demonología y política

Para quienes seguimos los avatares del fenómeno ovni este giro en la narrativa tiene varias implicaciones inquietantes.

Primero: demuestra que lo ufológico no siempre busca “explicaciones racionales basadas en ciencia”, sino que puede ser reabsorbido por creencias espirituales, transformando ovnis en ángeles o demonios.

Segundo: legitima una narrativa de poder —y miedo— distinta. Si lo nuclear, lo desconocido, lo anómalo proviene de fuerzas más antiguas que la ciencia, entonces el debate sobre regulación, ética, armas o divulgación queda desplazado a un plano religioso.

Y tercero: abre una grieta simbólica —y urgente— en el relato contemporáneo: la frontera entre lo paranormal, lo conspirativo y lo real se vuelve borrosa. ¿Cómo distinguir entre un testimonio, una creencia, una manipulación? ¿Qué credibilidad merecen quienes dicen conocer “la verdad espiritual”?

Si aceptamos que el gobierno de EE.UU. pudo “hacer un trato con demonios” para obtener tecnología nuclear… ¿qué otras verdades podrían ocultar esas fuerzas? ¿No estaremos ante un reempaquetado moderno del miedo ancestral —guerra, arma atómica— disfrazado de revelación espiritual?

Lo que añade otra capa de inquietud es el contexto político. En las últimas elecciones, Donald Trump recuperó la Casa Blanca gracias, en buena medida, al voto ultracatólico y evangélico, un bloque que interpreta la realidad a través de un marco espiritual rígido y que ve el mundo como un campo de batalla entre el bien y el mal. ¿Encaja esta narrativa demonológica con ese electorado? Las declaraciones de Carlson parecen diseñadas para resonar precisamente con ese público, para devolverle a la Iglesia —o al imaginario religioso tradicional— un protagonismo que el fenómeno ovni había erosionado durante décadas de cientificismo.

Si los “extraterrestres” son, en realidad, ángeles caídos, entonces el misterio vuelve al terreno familiar del catecismo, la cultura de guerra espiritual se refuerza y el votante religioso recupera el control interpretativo del fenómeno. ¿Es este giro sobrenatural una convicción sincera o una estrategia retórica para unificar a un electorado que necesita sentirse parte de un combate cósmico? En Estados Unidos, a veces, ambas cosas parecen indistinguibles.

Quizá, al final, lo verdaderamente perturbador no sea si Carlson cree o no en demonios, sino que un sector influyente del discurso político estadounidense esté dispuesto a reinterpretar la historia —incluida la nuclear— a través de un prisma sobrenatural. Si la tecnología ya no es fruto del ingenio humano sino de pactos oscuros, si los ovnis vuelven a ser mensajeros de otras esferas y no artefactos físicos, ¿no estaremos asistiendo a un retorno de lo sagrado en el corazón mismo del poder? Puede que la pregunta clave no sea qué pactos hizo el gobierno, sino qué pactos está dispuesto a creer el ciudadano. Y, sobre todo, qué vacío pretende llenar esa nueva fe alienígena.

https://maestroviejo.blog/ee-uu-pacto-con-los-demonios-a-cambio-de-tecnologia-nuclear/

No hay comentarios:

Publicar un comentario