14.3.25

Si algo no se comprende, hacer uso de la aceptación es lo mejor para nuestro equilibrio

© EL RECURSO DE LA ACEPTACIÓN

Cuando con arrogancia nos creemos los reyes de la creación sólo tenemos que echar un vistazo a nuestra realidad física dentro del Universo donde no representamos ni una mota de polvo.

Sin salir del sistema solar, que podemos considerar como nuestro “patio de escuela”, nuestra insignificancia es ya clamorosa y nos sitúa en nuestra verdadera importancia.

Estas observaciones vienen a cuento de la creencia en la influencia que podemos tener en el desarrollo de las cosas que nos rodean (y de nosotros mismos).

Formamos parte de una realidad enorme con sus leyes y juegos de equilibrio y nuestro ámbito de posibilidades de actuación es mínimo e intrascendente.

Reconocer esta cuestión -tras un buen baño de humildad- nos proporcionará una cierta paz frente a los acontecimientos en los que estamos inmersos y que habitualmente nos sobrepasan.

Quizás sí que en pequeñas cosas tenemos algo que decir. Por ejemplo en todo lo que depende de nosotros mismos: Elijo está triste o alegre; confío en los demás o desconfío; ayudo a mi prójimo o paso de él, etc.

Sin embargo, dentro de la marcha del universo no contamos lo más mínimo y todo lo que acontece nos cae encima y nos toca “aceptarlo” de buen grado o por fuerza.

Otra cosa son los perjuicios que nos aplicamos unos a otros, que son de mayor importancia según el “poder temporal” de quienes los ejercen.

Es evidente que una tormenta puede originarse de forma natural o por medio de la intervención humana lo que promueve nuestra aceptación en el primer caso o enciende nuestra rebeldía en este último caso.

En nuestro nivel vital no podemos ir más allá de nuestras “cuatro paredes” y nuestra contribución al conjunto se limita a la convivencia con el resto de seres humanos.

La totalidad de la que formamos parte no la podemos captar ni poco ni mucho y por eso necesitamos aceptar nuestra posición en el conjunto y dejar que las cosas “pasen” porque seguro que tienen una razón de ser, aunque no la entendamos.

Pero ¿cómo es que algunos parecen hacer y deshacer libremente? Quizás podríamos verlo como un juego de niveles donde jugarían con más o menos capacidades de actuación.

Un ejemplo sencillo lo tenemos en el caso de un hormiguero donde en su interior se reúnen toda una multitud de actividades asumidas con diferente nivel de responsabilidad por sus individuos que sin embargo están expuestos a eventos “externos” como por ejemplo que el terreno sea arrasado para hacer unas obras a cargo de seres desconocidos e inaprehensibles desde su nivel existencial.

La vida se compone de vivir y morir y todo se renueva continuamente, desde lo más pequeño hasta lo más grande. En esta evolución todo está sometido a fuerzas diversas que porfían por mantener un equilibrio por encima de la aparente inestabilidad.

Me gusta comparar este planteamiento con el conjunto del cuerpo humano donde multitud de “niveles de vida” hacen su trabajo que sirve a la totalidad a pesar de que no tengan verdadera constancia de ello.

Cuando algo no se comprende, hacer uso de la aceptación es lo más conveniente para nuestro equilibrio interno y más cuando con nuestro nivel de inteligencia podemos medio vislumbrar su posible razón.

O así me lo parece

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Joan Martí - elcamidelavida@gmail.com - 14 marzo 2025

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