LA ILUSIÓN DEL CONFORT NOS LLEVA A LA DERROTA
La humanidad, en su frenética carrera hacia el confort y la seguridad, ha perdido el sentido de lo que verdaderamente constituye la esencia del Hombre: su honor, su dignidad y su capacidad de luchar por lo justo. Hoy, bajo el velo de la democracia, vivimos en una ilusión que nos impide ver la verdad cara a cara. Como marionetas manipuladas por fuerzas invisibles, nos sumergimos en un estado de pasividad, donde la comodidad de la inacción y el miedo al riesgo nos mantienen en una sumisión voluntaria.
Pero al huir del esfuerzo, el sufrimiento y los desafíos, hemos sacrificado nuestra libertad en el altar del conformismo. La verdadera lucha, la que da sentido a nuestra existencia, es la que comienza dentro de nosotros mismos. Esta lucha por el honor y la dignidad es la que debe despertarnos, porque, mientras nos resignemos a la ilusión de la comodidad, seguiremos perdiéndonos en un sistema totalitario que poco a poco nos borra.Hoy en día, las poblaciones modernas están sumidas en un
letargo peligroso, un letargo que llamamos el consuelo de la ilusión. En esta
época marcada por la servidumbre silenciosa, la mayoría de los individuos se
dejaron encadenar, no por la fuerza, sino por la resignación, el consentimiento
tácito a una vida sin sentido. La sociedad moderna ha torcido hábilmente el
espíritu humano, ofreciéndole promesas de comodidad y seguridad, mientras le
roba su honor y dignidad. Es allí, en este falso bienestar, donde el Hombre queda
cautivo, en el gran circo democrático que sólo oculta la realidad de su
sumisión.
Como escribe Laurent Obertone en sus libros, este hombre,
convertido en "el señor promedio", es un espectador pasivo de su
propia vida. Vota, se queja, consume, pero sobre todo renuncia. Deja de luchar
por sus ideales, por su nación, por su herencia. Al hundirse en la comodidad de
las pantallas y del progreso, abandona su responsabilidad individual y
colectiva. En lugar de afrontar los desafíos, huye. En lugar de afrontar la realidad,
se refugia en la ilusión de una seguridad ilusoria, resignándose a un destino
confiscado, el de espectador en una sociedad desfigurada.
El malestar es profundo. Lo que antes era una nación viva,
capaz de resistir y luchar, es ahora un simple cuerpo social con soporte vital,
controlado por potencias que buscan asfixiar la más mínima forma de
independencia. El hombre moderno, prisionero de su propia pereza intelectual,
se niega a afrontar su debilidad. Prefiere dejarse guiar por la indecisión, la sumisión,
por la lenta degradación de sus aspiraciones. “Nos negamos a afrontar
nuestra falta de impacto en el mundo”, observa Obertone, diagnosticando una
sociedad que ha renunciado a la acción y a la grandeza.
La ideología dominante, impuesta por quienes detentan el
poder, nos encierra en una especie de fascismo interno. Un poder omnipresente,
escondido detrás de pantallas y estándares, que nos priva de toda libertad para
pensar, crear y arriesgar. La sociedad se derrumba bajo el peso de su propia
mediocridad. El ciudadano doméstico, confinado en su comodidad, teme la sangre,
el desafío, el sufrimiento. La idea de luchar por una causa, de afrontar la
dureza de la vida, se considera ahora una herejía.
Y, sin embargo, ahí reside la verdadera lección. La sociedad
nos ha enseñado a evitar el dolor, a evitar el riesgo, pero, como nos recuerda
Obertone, es ahí, en el sufrimiento y el esfuerzo, donde se forja la
grandeza. "Hay que correr riesgos, sufrir reveses, a veces
humillaciones, si quieres convertirte en alguien ". Sólo con
audacia, desafiando la comodidad y asumiendo responsabilidad, el Hombre puede
recuperar su honor. El honor es el rechazo de la degradación. Es la fuerza de
quien, ante la adversidad, no rehuye.
El mundo moderno ha hecho de la educación una herramienta de
formato, un instrumento para controlar las conciencias. La transmisión de
conocimientos, en lugar de ser una búsqueda de la verdad, se ha convertido en
una fabricación de certezas. Nos enseñan verdades que no son más que mentiras.
La historia, lejos de ser el relato de acontecimientos pasados, se ha
convertido en la herramienta de dominación de los poderosos. Cada página de la
historia oficial es una manipulación. Cada dogma impuesto, cada regulación
dictada, cada restricción de la libertad tiene como objetivo mantener a la
humanidad en un estado de sumisión pasiva.
Esta mentira, que se ha convertido en la norma, es el arma
definitiva de las oligarquías gobernantes. Éstas, en su insaciable búsqueda de
poder, destruyen todo a su paso, aplastando el alma de las personas, su
identidad, su libertad. Sus ambiciones de dominación no tienen límites, y el
resultado es un mundo desfigurado, donde el Hombre no es más que un simple
autómata, guiado por reglas que lo reducen al estado de un simple consumidor,
sin voluntad propia, sin capacidad de actuar.
Pero todavía hay tiempo para liberarse. Todavía es posible
recuperar nuestra dignidad, redescubrir el gusto por el riesgo, negarnos a
dejarnos manipular. El camino está lleno de obstáculos, pero es reconectando
con nuestra capacidad de sufrir, de luchar, de resistir, que recuperaremos
nuestro honor. Ha llegado el momento de romper con el consuelo de la ilusión,
de restaurar el sentido de nuestra existencia negándonos a convertirnos en
esclavos de la oligarquía, títeres de un sistema que sólo nos aplasta.
Depende de cada uno de nosotros retomar las riendas de
nuestra vida. Debemos rehabilitar el apetito por el riesgo, volver a ser
luchadores. La guerra más noble es la que libramos contra nosotros mismos,
aquella en la que nos negamos a ceder ante la comodidad, la cobardía y la
pereza. La humanidad sólo se levantará de nuevo cuando se haya atrevido a
luchar por lo que le corresponde por derecho: su libertad, su dignidad y su
honor. Sólo redescubriendo esta voluntad de resistencia, esta búsqueda
inquebrantable de la verdad y la justicia, podremos escapar de la espiral
infernal en la que hemos quedado atrapados. Ha llegado el momento de despertar,
levantarse y negarse a rendirse.
A finales de 2024, cuando el 2025 promete ser aún peor,
llega el momento de enfrentarnos a nosotros mismos, sin disfraces ni ilusiones.
Todos los días tenemos una opción: aceptar esta vida de sumisión, pseudo
comodidad y tranquilidad, o elegir reconectarnos con lo que constituye la
verdadera grandeza del Hombre: su dignidad, su coraje y su capacidad de
resistir. La pregunta no es si el mundo está listo para cambiar, sino si
nosotros estamos listos para cambiar, para levantarnos y hacernos cargo de
nuestro destino. ¿Estamos dispuestos a luchar por nuestro honor, a afrontar los
desafíos de la existencia sin huir, a arriesgarnos al fracaso y al sufrimiento
para recuperar lo que hemos perdido?
La verdadera pregunta es: ¿estamos a la altura de nuestra
propia dignidad? La respuesta sólo nos pertenece a nosotros, y esta lucha
comienza con un solo acto: el de negarnos a dejarnos atrapar por la ilusión y
reconectarnos con nuestra esencia profunda. La grandeza no se impone, se
conquista y comienza aquí, ahora, con lo que elegimos ser.
Porque la mayor trampa que jamás haya aceptado la humanidad
es la de creer que someterse a la ilusión del confort no cuesta nada. Cuando en
realidad nos cuesta todo, desde nuestra alma hasta nuestra libertad y nuestro
futuro.
https://jevousauraisprevenu.blogspot.com/2024/12/quand-lillusion-du-confort-nous-mene-la.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario