30.12.24

La mayor trampa es la de creer que someterse a la ilusión del confort no cuesta nada

LA ILUSIÓN DEL CONFORT NOS LLEVA A LA DERROTA

En un mundo donde la verdad es rara y la libertad se reduce a una ilusión, la humanidad parece haberse encerrado en la comodidad mortal. Al huir de los desafíos y renunciar a luchar por sus ideales, ahora se encuentra prisionera de un sistema que la manipula silenciosamente, bajo el pretexto del progreso y la democracia. Pero todavía es posible revertir esta tendencia y recuperar el honor perdido. Es en la lucha contra sí mismo, en la aceptación del sufrimiento y del riesgo, que el Hombre puede recuperar su grandeza y su libertad.

La humanidad, en su frenética carrera hacia el confort y la seguridad, ha perdido el sentido de lo que verdaderamente constituye la esencia del Hombre: su honor, su dignidad y su capacidad de luchar por lo justo. Hoy, bajo el velo de la democracia, vivimos en una ilusión que nos impide ver la verdad cara a cara. Como marionetas manipuladas por fuerzas invisibles, nos sumergimos en un estado de pasividad, donde la comodidad de la inacción y el miedo al riesgo nos mantienen en una sumisión voluntaria.

Pero al huir del esfuerzo, el sufrimiento y los desafíos, hemos sacrificado nuestra libertad en el altar del conformismo. La verdadera lucha, la que da sentido a nuestra existencia, es la que comienza dentro de nosotros mismos. Esta lucha por el honor y la dignidad es la que debe despertarnos, porque, mientras nos resignemos a la ilusión de la comodidad, seguiremos perdiéndonos en un sistema totalitario que poco a poco nos borra.

Hoy en día, las poblaciones modernas están sumidas en un letargo peligroso, un letargo que llamamos el consuelo de la ilusión. En esta época marcada por la servidumbre silenciosa, la mayoría de los individuos se dejaron encadenar, no por la fuerza, sino por la resignación, el consentimiento tácito a una vida sin sentido. La sociedad moderna ha torcido hábilmente el espíritu humano, ofreciéndole promesas de comodidad y seguridad, mientras le roba su honor y dignidad. Es allí, en este falso bienestar, donde el Hombre queda cautivo, en el gran circo democrático que sólo oculta la realidad de su sumisión.

Como escribe Laurent Obertone en sus libros, este hombre, convertido en "el señor promedio", es un espectador pasivo de su propia vida. Vota, se queja, consume, pero sobre todo renuncia. Deja de luchar por sus ideales, por su nación, por su herencia. Al hundirse en la comodidad de las pantallas y del progreso, abandona su responsabilidad individual y colectiva. En lugar de afrontar los desafíos, huye. En lugar de afrontar la realidad, se refugia en la ilusión de una seguridad ilusoria, resignándose a un destino confiscado, el de espectador en una sociedad desfigurada.

El malestar es profundo. Lo que antes era una nación viva, capaz de resistir y luchar, es ahora un simple cuerpo social con soporte vital, controlado por potencias que buscan asfixiar la más mínima forma de independencia. El hombre moderno, prisionero de su propia pereza intelectual, se niega a afrontar su debilidad. Prefiere dejarse guiar por la indecisión, la sumisión, por la lenta degradación de sus aspiraciones. “Nos negamos a afrontar nuestra falta de impacto en el mundo”, observa Obertone, diagnosticando una sociedad que ha renunciado a la acción y a la grandeza.

La ideología dominante, impuesta por quienes detentan el poder, nos encierra en una especie de fascismo interno. Un poder omnipresente, escondido detrás de pantallas y estándares, que nos priva de toda libertad para pensar, crear y arriesgar. La sociedad se derrumba bajo el peso de su propia mediocridad. El ciudadano doméstico, confinado en su comodidad, teme la sangre, el desafío, el sufrimiento. La idea de luchar por una causa, de afrontar la dureza de la vida, se considera ahora una herejía.

Y, sin embargo, ahí reside la verdadera lección. La sociedad nos ha enseñado a evitar el dolor, a evitar el riesgo, pero, como nos recuerda Obertone, es ahí, en el sufrimiento y el esfuerzo, donde se forja la grandeza. "Hay que correr riesgos, sufrir reveses, a veces humillaciones, si quieres convertirte en alguien ". Sólo con audacia, desafiando la comodidad y asumiendo responsabilidad, el Hombre puede recuperar su honor. El honor es el rechazo de la degradación. Es la fuerza de quien, ante la adversidad, no rehuye.

El mundo moderno ha hecho de la educación una herramienta de formato, un instrumento para controlar las conciencias. La transmisión de conocimientos, en lugar de ser una búsqueda de la verdad, se ha convertido en una fabricación de certezas. Nos enseñan verdades que no son más que mentiras. La historia, lejos de ser el relato de acontecimientos pasados, se ha convertido en la herramienta de dominación de los poderosos. Cada página de la historia oficial es una manipulación. Cada dogma impuesto, cada regulación dictada, cada restricción de la libertad tiene como objetivo mantener a la humanidad en un estado de sumisión pasiva.

Esta mentira, que se ha convertido en la norma, es el arma definitiva de las oligarquías gobernantes. Éstas, en su insaciable búsqueda de poder, destruyen todo a su paso, aplastando el alma de las personas, su identidad, su libertad. Sus ambiciones de dominación no tienen límites, y el resultado es un mundo desfigurado, donde el Hombre no es más que un simple autómata, guiado por reglas que lo reducen al estado de un simple consumidor, sin voluntad propia, sin capacidad de actuar.

Pero todavía hay tiempo para liberarse. Todavía es posible recuperar nuestra dignidad, redescubrir el gusto por el riesgo, negarnos a dejarnos manipular. El camino está lleno de obstáculos, pero es reconectando con nuestra capacidad de sufrir, de luchar, de resistir, que recuperaremos nuestro honor. Ha llegado el momento de romper con el consuelo de la ilusión, de restaurar el sentido de nuestra existencia negándonos a convertirnos en esclavos de la oligarquía, títeres de un sistema que sólo nos aplasta.

Depende de cada uno de nosotros retomar las riendas de nuestra vida. Debemos rehabilitar el apetito por el riesgo, volver a ser luchadores. La guerra más noble es la que libramos contra nosotros mismos, aquella en la que nos negamos a ceder ante la comodidad, la cobardía y la pereza. La humanidad sólo se levantará de nuevo cuando se haya atrevido a luchar por lo que le corresponde por derecho: su libertad, su dignidad y su honor. Sólo redescubriendo esta voluntad de resistencia, esta búsqueda inquebrantable de la verdad y la justicia, podremos escapar de la espiral infernal en la que hemos quedado atrapados. Ha llegado el momento de despertar, levantarse y negarse a rendirse.

A finales de 2024, cuando el 2025 promete ser aún peor, llega el momento de enfrentarnos a nosotros mismos, sin disfraces ni ilusiones. Todos los días tenemos una opción: aceptar esta vida de sumisión, pseudo comodidad y tranquilidad, o elegir reconectarnos con lo que constituye la verdadera grandeza del Hombre: su dignidad, su coraje y su capacidad de resistir. La pregunta no es si el mundo está listo para cambiar, sino si nosotros estamos listos para cambiar, para levantarnos y hacernos cargo de nuestro destino. ¿Estamos dispuestos a luchar por nuestro honor, a afrontar los desafíos de la existencia sin huir, a arriesgarnos al fracaso y al sufrimiento para recuperar lo que hemos perdido? 

La verdadera pregunta es: ¿estamos a la altura de nuestra propia dignidad? La respuesta sólo nos pertenece a nosotros, y esta lucha comienza con un solo acto: el de negarnos a dejarnos atrapar por la ilusión y reconectarnos con nuestra esencia profunda. La grandeza no se impone, se conquista y comienza aquí, ahora, con lo que elegimos ser.

Porque la mayor trampa que jamás haya aceptado la humanidad es la de creer que someterse a la ilusión del confort no cuesta nada. Cuando en realidad nos cuesta todo, desde nuestra alma hasta nuestra libertad y nuestro futuro.

https://jevousauraisprevenu.blogspot.com/2024/12/quand-lillusion-du-confort-nous-mene-la.html  

No hay comentarios:

Publicar un comentario