LIBRA TU MESA DE FIESTA DE ENEMIGOS ÍNTIMOS
Vivimos en una época donde las pesadillas distópicas de Orwell y Huxley parecen fusionarse: por un lado, una vigilancia totalitaria con el borrado de la Historia como beneficio adicional, por el otro, una eugenesia escalofriante y un malthusianismo cínico. Políticamente, la situación oscila entre los inicios de 1789 y la sombra desastrosa del nazismo en los años 1930. Las mismas estrategias generan incansablemente los mismos desastres: gobernar a través del miedo y subyugar a poblaciones demasiado apegadas a sus magros logros para afrontar la verdad.Las élites mafiosas entrenadas por los Jóvenes Líderes y apodadas Bilderberg, orquestan metódicamente el caos y las divisiones. ¿Su objetivo? Esclavizar física, mental y económicamente todo lo que vive en la Tierra. Cada crisis –pandemias, escasez falsa, guerras fabricadas– es una palanca para establecer su control, mientras los medios de comunicación a su sueldo difunden continuamente y con impunidad mentiras cosidas con hilo blanco.
El veneno de la vacuna fue sólo el comienzo de una larga serie de sumisiones, sólo posibles por la falta de coraje de la gente. Pero tengan la seguridad de que destruirán todo lo que no puedan controlar antes de afrontar su inevitable caída.Estos “psicópatas globalistas”, clones modernos de los
jacobinos o de los ideólogos nazis, alimentan un odio visceral hacia la
Humanidad. Sueñan con un mundo de esclavos genéticamente modificados, cantado
por Huxley y Orwell. Han corrompido a nuestros líderes, nuestras instituciones
y nuestras fuerzas del orden, transformando a la policía y la gendarmería en
celosas milicias de un régimen bárbaro. Estos pseudohombres escondidos bajo sus
uniformes, ahora cobardes y sumisos, brutalizan a los ciudadanos respetuosos de
la ley mientras evitan cuidadosamente las zonas sin ley plagadas de tráfico.
Tráfico al que no son ajenos.
¿Qué más podemos decir sobre esta aberración absoluta que
vio a 30 disidentes arrestados simultáneamente, este diciembre de 2024,
simplemente por atreverse a mencionar “La dick à Brigitte”, a pesar de que
violadores, ladrones y asesinos con cuchillo continúan sembrando el terror en
nuestras calles sin preocuparse? Estas detenciones espectaculares, que
movilizan medios desproporcionados, revelan una estrategia clara del poder:
sofocar cualquier revuelta emergente, silenciar cualquier voz disidente y
aplastar mediante la intimidación a quienes se atrevan a desafiar el silencio
del régimen.
Al atacar a estos ciudadanos, culpables únicamente de un
acto de burla hacia la esposa del Jefe de Estado, las autoridades muestran
claramente su prioridad: proteger a toda costa su casta, abandonando a la
población a una inseguridad rampante. Estas 30 detenciones no son casos aislados;
Forman parte de una lógica metódica de intimidación, de la que también son
víctimas los cuidadores suspendidos, privados de salario por haber rechazado
una inyección impuesta. Del mismo modo, la reciente confiscación de armas no
declaradas a los ciudadanos atestigua un miedo visceral al poder: el de ver al
pueblo defenderse de la opresión que se le inflige.
Pero esta tiranía omnipresente tiene un costo, y está
registrado en la Historia que los regímenes basados en la mentira, la
represión y el miedo siempre terminan cayendo, arrastrados por la ira del
pueblo. Los líderes actuales, en su desesperada búsqueda de un control
absoluto, olvidan que cada abuso de poder, cada injusticia flagrante, sólo
añade leña a la pira de una revuelta que sigue retumbando.
La gente lo sabe. La gente ve. Y cada día que pasa alimenta
esta rabia sorda, este deseo irresistible de justicia y liberación. Cuando
llegue el momento, quienes hoy recurren a la fuerza y la intimidación para
preservar su poder comprenderán que la ira popular, una vez desatada, es
irresistible. Quienes piensan que pueden esclavizar eternamente a los
ciudadanos bajo el yugo del miedo y el silencio están gravemente equivocados.
Francia, que alguna vez fue la patria de los derechos humanos, se ha convertido
en un estado policial donde reina la impunidad de los poderosos. Las élites
corruptas imponen una dictadura digital y destruyen metódicamente nuestras
libertades, nuestras industrias y nuestras vidas, mientras funcionarios
deshonrosos obedecen ciegamente órdenes ilegítimas. Sin embargo, los pueblos
siguen siendo los más numerosos y, a pesar de su silencio, ostentan un poder
sin igual: el de derrocar a sus opresores.
Quienes están en el poder temen el momento en que, como en
1789, los ciudadanos exasperados finalmente asuman sus responsabilidades. Según
el artículo 16 de la Declaración de Derechos Humanos: “Toda sociedad en la que
no esté asegurada la garantía de los Derechos, ni determinada la separación de
Poderes, no tiene Constitución”. Hoy, la República es sólo una fachada matón,
sin ley ni justicia reales. Frente a esto, nuestro deber es claro: reconquistar
nuestra libertad y restaurar la dignidad de nuestra nación, cueste lo que
cueste.
Sin embargo, hay que entender que la revuelta no se limita a
una simple explosión de ira popular. Debe ir acompañado de una visión, un
proyecto social donde los ciudadanos recuperen el control de sus instituciones
y de sus destinos. Los globalistas, estas élites desconectadas de la realidad,
juegan con nuestra división, con el miedo y con la ignorancia. Pero si nos
unimos, si recuperamos la confianza en nuestra fuerza colectiva, entonces
podremos construir algo nuevo, como los ideales olvidados de libertad, igualdad
y fraternidad.
La arrogancia de quienes nos gobiernan sólo puede compararse
con su desprecio por el pueblo. Su poder reside únicamente en nuestro silencio
y consentimiento tácito. Cada vez que aceptamos sus narrativas, cada vez que
apartamos la vista de sus abusos, les damos las armas para oprimirnos aún más.
Es hora de decir NO! No a la injusticia flagrante. No a la destrucción
planificada de nuestros derechos y libertades. No al colapso moral y social al
que nos están llevando.
Reinventemos la democracia, lejos de los tecnócratas y su
sistema esclavista, devolviendo la voz al pueblo a través de herramientas
modernas como el referéndum de iniciativa ciudadana, el uso de plataformas
transparentes y colaborativas y el establecimiento de controles y contrapesos
reales. Las cámaras de vigilancia no deberían estar en la calle sino en todos
los trajes de estos pseudopolicías y en los tribunales para vigilar a los
magistrados. Las cuentas públicas deben ser accesibles para todos en cualquier
momento a través de Internet. ¡Las cuentas bancarias de los funcionarios
electos también!
¿Y qué pasa con la “gente de armas”, estos celosos
servidores del poder, que han cambiado el honor por el bastón de sus amos? Los
que no dudan en golpear, mutilar, humillar a los manifestantes pacíficos, para
proteger los palacios de los tiranos mientras aplastan la dignidad de aquellos
a quienes deberían defender. Estos “funcionarios uniformados” han elegido su
campo, el de la represión ciega, el de las órdenes absurdas e inicuas. Y, sin
embargo, estos mismos individuos todavía se atreven a aparecer en las comidas
familiares, en Navidad, como si fueran familiares, amigos, hermanos de armas,
aunque nos hayan impedido cualquier posibilidad de recuperar nuestros derechos
y nuestras libertades.
Pero ¿qué han hecho para merecer su lugar entre nosotros,
aquellos que pasan su tiempo pisoteando nuestras libertades y protegiendo a
matones? Necesitamos un mínimo de coraje y enfrentarnos a estos milicianos que
todos conocen, cuando vienen a compartir nuestras mesas y los excluyen de nuestros
momentos de alegría.
Al desterrarlos de nuestro entorno familiar y amistoso,
destruiremos el celo de estas manitas que permiten que la casta mafiosa
permanezca en su lugar. De esta manera, los expulsaremos de nuestras familias
del mismo modo que ellos nos excluyen de la sociedad a través de sus acciones
diarias. Recuperemos nuestras tierras, nuestros empleos, nuestras escuelas,
nuestras instituciones y nuestras comidas navideñas. Que sientan la vergüenza y
el rechazo que se merecen. Que comprendan que no se puede maltratar a un pueblo
y esperar disfrutar de los mismos placeres que él. Trátalos como ellos nos
tratan a nosotros: con frialdad, desprecio y firmeza. Sólo al reflejarles su
propio reflejo comprenderán que no merecen divertirse en un mundo que están
decididos a destruir.
No se trata sólo de denunciar, sino de proponer una
alternativa. Si bien los medios subsidiados sirven como relevo de la propaganda
del poder, los ciudadanos deben armarse de información confiable y recuperar el
control de su educación política. Cada hogar puede convertirse en un lugar de
resistencia intelectual. Cada familia, cada grupo de amigos, una unidad de
acción. Escribamos, debatamos, capacitémonos, preparémonos. ¡Pero, para
empezar, excluyamos a estos "enemigos íntimos" de nuestros hogares!
Si estos funcionarios (policías, profesores wokistas, enfermeras que te
inyectan, médicos corruptos, magistrados traidores) ya no son bienvenidos entre
nosotros durante las vacaciones, rápidamente se darán cuenta de que ya no
pueden vivir con impunidad. Cortemos sus vínculos sociales con todos nosotros
ya que lo reprimen a lo largo de sus misiones. Impongamos reglas simples y
justas, comprensibles para todos, donde cada hombre y mujer pueda prosperar sin
temer la rapacidad de los poderosos. También debemos reconstruir, piedra a
piedra, una sociedad digna de ese nombre, con personas que asuman sus
responsabilidades y vibrantes de libertad.
Excluir a estos “enemigos íntimos” de nuestras comidas es un
acto de resistencia simbólico pero poderoso. Deben comprender que sus
decisiones, incluso tomadas con la excusa de obediencia a órdenes, tienen
consecuencias. Sentarse a una mesa, compartir una comida, es un gesto de unidad
y reconciliación que estos individuos no merecen mientras sigan defendiendo un
régimen que pisotea nuestras libertades y persigue a sus propios ciudadanos. Su
exclusión no es una venganza sino una lección: que ya no se tolerará la
complicidad activa o pasiva con la opresión, especialmente en nuestros círculos
íntimos. La desaprobación social puede obligarlos a pensar y, tal vez, a
cuestionar su papel en este sistema corrupto. Estos momentos de celebración y
fraternidad son sagrados.
Al hacerlo, enviamos un mensaje claro: “Ya no serás parte de
nuestras vidas mientras sigas destruyendo las nuestras”. Este gesto, lejos de
ser trivial, es un primer paso hacia la resistencia colectiva. Es una forma de
proteger la dignidad y la solidaridad que nos quedan, al tiempo que afirmamos
que la justicia, la libertad y la humanidad no son valores negociables. Así que
este año hagamos la valiente elección de una mesa libre de aquellos que, por su
celo o su indiferencia, participan en la opresión. Y esto no hará más que
fortalecer los vínculos entre quienes todavía creen en un futuro de libertad.
Porque la batalla que se avecina no será sólo un
enfrentamiento físico. Será sobre todo una lucha ideológica y espiritual. Y no
haremos el mundo de mañana con los traidores de ayer. Debemos volver a aprender
a soñar juntos por un futuro diferente. Creer en valores que trascienden las
divisiones artificiales que la gente busca imponernos. Rechazar el
individualismo desesperado y la apatía que nos enseñan a través de la
propaganda y el entretenimiento vacío.
Miremos sinceramente la Historia que se repite
constantemente. Las tiranías, sean las que sean, nunca han durado para siempre.
Comienzan con locos, continúan con traidores y persisten gracias a idiotas. Lo
que los hace caer no es el destino, sino el deseo colectivo de la gente de
deshacerse de ellos. ¡Entonces resistencia! Y la primera resistencia es no
permitir que los traidores compartan nuestra felicidad. El segundo es el boicot
a los productos y marcas vendidos y distribuidos por las empresas de los
oligarcas. El tercero está en el acto de tirar el Smartphone. Porque es a
través de este medio que logran encerrarnos en su pseudosociedad
tecnoprogresista. No estamos condenados a vivir en esta Francia plagada de
sumisión y desigualdades. Todavía tenemos el poder de cambiarlo todo, pero sólo
si estamos dispuestos a luchar para recuperarlo. No sólo para nosotros, sino
para las generaciones futuras.
Así que, mientras esperamos el día en que, libres de este
yugo que nos oprime, las campanas de Notre-Dame de París, recientemente
profanadas, hagan sonar finalmente la victoria del pueblo, cultivemos hoy el
coraje y la determinación. ¡Unidos en nuestras convicciones, fortalezcamos
nuestros vínculos, solidifiquemos nuestra solidaridad y encontremos la fuerza
para levantarnos juntos! Es en estos momentos de unidad donde encontramos nuestro
verdadero poder. Al excluir de nuestros círculos a aquellos que se han
entrometido furtivamente, estos enemigos íntimos, comenzaremos a reconstruir lo
que ha sido destruido. ¡Todavía hay tiempo para demostrar que la libertad, la
dignidad y la alegría de vivir no son palabras vacías!
Un pueblo firme, decidido y unido es un pueblo invencible.
¡No olvidemos que juntos podemos recuperarlo todo y ha llegado el momento de
reafirmar alto y claro que el espíritu francés aún no está muerto!
https://jevousauraisprevenu.blogspot.com/2024/12/debarrassez-vos-tables-de-fetes-des.html
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