DEL STO A LA RSA SÓLO HAY UN PASO
En un país donde la injusticia social alcanza su punto
máximo, se ha instaurado un sistema despiadado, donde los más vulnerables son
aplastados por condiciones de vida y de trabajo insostenibles, mientras
multimillonarios sin escrúpulos continúan enriqueciéndose gracias a la
explotación de las masas. La RSA, que supuestamente sería una ayuda para los
más necesitados, se transforma en un servicio de trabajo obligatorio
disfrazado, digno del Tercer Reich, donde quienes ya lo han perdido todo deben
dar aún más para sobrevivir, despreciando su dignidad.
Mientras tanto, el Estado, lejos de proteger a los ciudadanos, distribuye subvenciones a empresas gigantes que despiden a personas después de haber recaudado dinero público y dejan escapar fortunas colosales mediante la evasión fiscal. Este odioso sistema ya no es soportable. Ya es hora de reaccionar, de cuestionar este régimen y castigar a los responsables de esta explotación sistemática, para que se haga justicia y los verdaderos parásitos, los que robaron los bienes comunes, finalmente asuman sus responsabilidades y reembolsen el daño que han causado.
En Francia, las desigualdades están adquiriendo proporciones
tan vertiginosas que es necesaria una observación. Los más vulnerables, estos
desempleados, trabajadores precarios, beneficiarios del RSA, se encuentran
atrapados en un mecanismo perverso e inhumano. Mientras estos se hunden cada
día un poco más en la precariedad, una élite de herederos ultra ricos, siempre insaciables,
engorda sobre las ruinas de un sistema económico que les permite atiborrarse de
dividendos, mientras deja a los más pobres luchar para sobrevivir. La paradoja
es tan evidente que, por un lado, miles de millones se escapan cada año
mediante la evasión fiscal con total impunidad y, por otro, este Estado, que se
supone debe proteger a los más desposeídos, impide a miles de trabajadores
vivir dignamente vendiendo nuestra industria.
Y en el centro de todo esto reina un bono por esclavitud
llamado RSA. Supuestamente una ayuda, este RSA (Renta Activa Solidaria) se está
transformando gradualmente en una forma de servicio laboral obligatorio apenas
disfrazado, donde aquellos a los que no les queda nada deben darlo todo por un
salario miserable. El objetivo es claro: ocultar la explotación detrás de una
cortina de humo de ayuda hipócrita, mientras saquean sin escrúpulos a aquellos
a quienes ya han despojado hasta los huesos.
¿Pero cómo llegamos hasta aquí? ¿Cómo hemos permitido que
esta élite explote a los más débiles con impunidad, mientras transformamos la
pobreza en una forma de alienación moderna? Es una cuestión que resuena, a la
luz de esta observación en la que, por un lado, grandes grupos y los más ricos
evaden impuestos a través de paraísos fiscales, con la aprobación y la
complicidad de los altos funcionarios, desfalcando sumas colosales cada año.
Por otro lado, quienes más necesitan apoyo, despedidos debido a la reubicación,
se ven obligados a “trabajar para vivir”, o mejor dicho, “sobrevivir
trabajando”.
Veamos primero la evasión fiscal, que representa más de 150
mil millones de euros que se escapan cada año del Estado francés,
principalmente en los bolsillos de los más ricos y de las multinacionales.
Según el juez Van Ruimbeck, cerca de 8.700 millones de euros desviados de
impuestos están escondidos en paraísos fiscales. Son miles de millones que
deberían utilizarse para financiar servicios públicos, infraestructuras,
asistencia social... pero estas sumas se desvían en beneficio de quienes ya
tienen demasiado. Mientras tanto, los trabajadores deben aceptar
"trabajos" mal pagados y a menudo humillantes simplemente para
sobrevivir y pagar impuestos, alquileres, alimentos y energía demasiado caros
debido a la inflación organizada.
Hemos llegado al colmo de la injusticia donde los más ricos
parasitan el sistema y escapan a todos los impuestos, mientras que aquellos que
ya están en el fondo del abismo, aplastados por los impuestos, se ven obligados
a aceptar condiciones de trabajo indignas, para enriquecer aún más a los
primeros. Así, la RSA, en lugar de representar una ayuda digna y beneficiosa,
se convierte en un medio para mantener bajo control a los más vulnerables, como
una correa muy corta y obligarlos a trabajar por una miseria, como una forma
encubierta de esclavitud. Incluso los esclavos de los legados fueron tratados
mejor ya que al menos estaban alimentados, alojados y vestidos. Hoy en día,
quienes reciben el RSA pagan incluso más impuestos que los multimillonarios que
tienen que pagar.
Pero este sistema no se detiene ahí. El Estado, en su gran
generosidad, distribuye subvenciones públicas a gigantes multimillonarios como
Zara, Amazon o Arnault y Pinault, por no hablar de las colosales subvenciones a
los medios de propaganda propiedad de esos mismos multimillonarios. Pero lo que
olvidamos mencionar es que esta ayuda, procedente de nuestros impuestos, se
desvía sistemáticamente para enriquecer aún más a quienes nunca tienen
suficiente y desaparecen en paraísos fiscales. Tomemos el ejemplo de estas
empresas que cierran tiendas tras recibir subvenciones públicas y despidos
masivos.
Se han asignado miles de millones para apoyar a estos
gigantes económicos, pero estos fondos sólo sirven para empeorar la situación,
para despedir a miles de trabajadores, que finalmente terminan en la RSA,
mientras permiten que un puñado de líderes se atiborren aún más. ¿Por qué el
estado permite esto? ¡Porque es cómplice! Entonces, ¿por qué seguir pagando
dinero a quienes lo utilizan para aumentar su riqueza personal, mientras se
deja a los ciudadanos sumidos en la pobreza? ¿Por qué pagar a ministros y altos
funcionarios que dedican su tiempo a extorsionarnos?
Este sistema, que roza la esclavitud, sólo funciona gracias
a la única lógica de explotar a los más débiles para enriquecer sólo a los más
poderosos. Los multimillonarios que reciben subsidios públicos son sólo los
ejemplos más sorprendentes de esta lógica perversa. No están ahí por
casualidad, encarnan una visión económica donde la extracción de riqueza y la
precariedad de los trabajadores son los pilares de su organización. Lo que se
dice sobre "flexibilidad", adaptación a la "situación
económica", rentabilidad, enmascara una realidad cruel cuyo objetivo es
muy simple. Aumentar sus dividendos, reducir sus costos de producción y
responsabilizar a los más desposeídos de las crisis que organizan. Estos
“reajustes” son en realidad estrategias despreciables de enriquecimiento en
detrimento de los trabajadores, muchos de los cuales ahora se ven obligados a
aceptar lo inaceptable.
Si tomamos el ejemplo del Servicio de Trabajo Obligatorio
(STO) establecido por el régimen nazi en 1942, vemos que el sistema era igualmente
inhumano, de escala y violencia casi comparables. La STO obligó a millones de
civiles, a menudo de las clases trabajadoras de los países ocupados, a trabajar
en condiciones espantosas para apoyar el esfuerzo bélico y las empresas nazis.
Los trabajadores fueron maltratados, desnutridos, sometidos a explotación
total, tortura y, a menudo, muerte. El objetivo era explotar los recursos
humanos como instrumentos de producción, hasta que sus cuerpos cedieran bajo la
presión. Este sistema de trabajo obligatorio era una forma reconocida de
esclavitud moderna, donde el sufrimiento humano no tenía otro valor que
alimentar la máquina de guerra.
Por supuesto, el RSA actual aún no es el equivalente de STO
y no debería reducirse simplemente a esta comparación. Pero hay muchos
paralelismos ya que se disfraza la noción de trabajo obligatorio y donde los
más precarios se ven obligados a trabajar para obtener ayudas que ellos mismos
financian a través de sus impuestos, al tiempo que tienen que pagar los
impuestos sustituidos sin pudor por los más ricos. Y no es coincidencia ni
accidente que la RSA parezca un retorno a las prácticas esclavistas modernas,
donde aquellos que ya están en la pobreza se ven obligados a aceptar trabajos
mal pagados, maltratados y sobrecargados, todo simplemente por “merecer” una
supervivencia impuesta en un país que hace diez años ocupaba el quinto lugar en
el mundo. ¡La lógica entre STO y RSA es idéntica! Explotar a los más
vulnerables y al mismo tiempo mantener invisibles e impunes a los verdaderos
beneficiarios, es decir, las grandes corporaciones y sus accionistas, que
continúan desviando recursos públicos sin tener que rendir cuentas.
Esta forma de “trabajo obligatorio” moderno no tiene nada de
digno ni humano con horarios flexibles, tareas devaluadas, salarios de miseria
y, para colmo, oprobio general. Además, estas condiciones no pretenden ofrecer
empleo real, sino mantener un sistema donde la pobreza se convierte en una
herramienta de control social y donde los empleadores abusan del trabajo
gratuito. Así, los trabajadores precarios, los beneficiarios del RSA y los
desempleados de larga duración son en realidad engranajes de un sistema
organizado que les impone la sumisión para garantizar que los más ricos sigan
prosperando. Todo esto es cinismo y maquiavelismo de este sistema, que se niega
a cuestionar las desigualdades económicas y sociales que crea voluntariamente,
donde los más pobres se mantienen en un estado de dependencia total, mientras
los ricos acumulan cada vez más riqueza.
La riqueza de estos multimillonarios, a menudo herederos y
poco cualificados, no es fruto del azar, ni siquiera de un mérito excepcional.
Es producto de un sistema financiero cuyo objetivo es empobrecer a las masas
expoliando recursos e impuestos para enriquecer sólo a unos pocos, los matones más malvados y desalmados de este
mundo. A través de la evasión fiscal, la malversación de subsidios y la
explotación de trabajadores precarios, este sistema mafioso se beneficia de una
injusticia estructural, cuidadosamente mantenida por los políticos y defendida
por los jueces. Y si queremos poner fin a esta explotación, es crucial
cuestionar todo el sistema económico y legal. Esto requiere una redistribución
justa de la riqueza, un impuesto real a las grandes fortunas y una garantía de
trabajo digno y remunerado para todos. Pero para que esto suceda nuestras
industrias tendrían que estar protegidas.
Sin embargo, la propaganda neoliberal ha invertido
magistralmente los roles, designando a estas mismas personas como los
“parásitos” de la sociedad. Porque quienes a menudo son llamados
"beneficiarios" de la sociedad, en referencia a estos trabajadores
precarios o beneficiarios del RSA, son en realidad los verdaderos motores de la
economía, los que mantienen la máquina en funcionamiento, a menudo a riesgo de
sus propias vidas y dignidad. Aunque en realidad los verdaderos
"parásitos", las sanguijuelas, los que se alimentan de la riqueza
colectiva sin contribuir nunca al esfuerzo común, sin trabajar nunca, son estos
multimillonarios y las grandes empresas que prosperan gracias a la explotación
sistemática de los más débiles, a la monopolización de subsidios abusivos,
evasión fiscal y saqueo sistemático de bienes comunes.
Porque en realidad, las colosales fortunas de estos
multimillonarios no se basan en ninguna creación de riqueza real, sino en una
maquinación donde los humanos son reducidos a una simple variable de ajuste. Se
enriquecen destruyendo empleos, cerrando fábricas, trasladando la producción a
países de bajos costos, absorbiendo subsidios abyectos, mientras minimizan sus
contribuciones fiscales gracias a los paraísos fiscales. Estos verdaderos
"beneficiarios" de nuestro sistema no crean valor, sino que se
enriquecen gracias al esfuerzo de otros, acumulando sus bienes sobre las ruinas
de los servicios públicos, del medio ambiente y, sobre todo, de la dignidad
humana. No sólo parasitan los recursos estatales, sino que también desvían
fondos públicos en forma de subsidios y créditos fiscales que terminan en sus
bolsillos, cuando se supone que deben apoyar a los ciudadanos y la economía
local.
Su riqueza sólo se basa en la destrucción de los bienes
comunes, la explotación de los trabajadores y la fuga de capitales,
transformando así la sociedad en un campo de juego amañado donde las reglas
sólo están hechas para favorecer a los más poderosos, incluso si eso significa
sacrificar el futuro de la mayoría. Estos multimillonarios, lejos de ser
benefactores o modelos de éxito, encarnan a los verdaderos parásitos del mundo,
rentistas que viven de la pobreza de un sistema instaurado desde la era de la
esclavitud y que sólo les sirve a ellos.
¡Ya es hora de romper el silencio y detener esta farsa! Ya
hemos visto suficientes “soluciones” vacías y promesas incumplidas. Estos
multimillonarios y políticos corruptos, esta casta de pequeños marqueses que se
regodean en la indecencia y la rapacidad, ahora deben responder por sus
acciones. El sistema que impusieron mediante la violencia policial y la corrupción
judicial es una vergüenza, una traición a la humanidad y la dignidad. Este
gobierno, estas élites económicas y políticas, no sólo han alimentado las
desigualdades, sino que también han desfigurado literalmente el modelo de
solidaridad, al imponer una explotación disfrazada de “reintegración” y
“meritocracia”.
¡Basta de connivencia, basta de sumisión! Es hora de dejar
de colaborar con este orden injusto y mostrarles lo que significa la verdadera
justicia social.
Hay que juzgar a los únicos responsables de este sistema, a
los que permitieron la evasión fiscal, a los que distribuyeron subvenciones
públicas a empresas que despidieron a trabajadores después de haber sido
sancionadas. Ahora deben afrontar las consecuencias de sus acciones. Y para
eso, sólo hay una solución razonable: que ellos mismos vayan y hagan servicio
comunitario. No a su conveniencia, sino precisamente al precio del RSA, donde
aprenderán lo que es sobrevivir en un mundo que ellos mismos han transformado
en un infierno para los más vulnerables. Estos falsos amos de la economía,
estos carroñeros de la sociedad, deben afrontar la realidad de las vidas que
han destruido, no en forma de discursos o declaraciones hipócritas, sino en el
barro, en el esfuerzo diario. Sus acciones deben ser castigadas y es imperativo
que rindan cuentas de sus abusos.
Nosotros, un pueblo de trabajadores, de personas dignas, ya
no tenemos otra opción. Si no tomamos las riendas de este país y exigimos que
los responsables de esta miseria sean confrontados con su propio sistema de
explotación, entonces estaremos condenados a una eternidad de sumisión. Es hora
de derrocar a este gobierno corrupto, a estos funcionarios vampiros de alto
rango, a esta élite depredadora que ha sido capaz de manipular el miedo, la
inseguridad y la ignorancia para su propio beneficio. Es hora de devolver a
este país al camino de la justicia y la igualdad. Por el bien común, por la
dignidad humana, estos líderes deben volver al servicio de la sociedad, donde
deberían haber estado desde el principio. Es decir, bajo la obligación de
rendir cuentas ante el pueblo y ser juzgado por las consecuencias de sus
acciones y decisiones. Aquellos que han privado de sus derechos a los pobres
deben ser privados de sus derechos y debe cuestionarse su todopoderosa arrogancia.
Ya es hora de derribarlos, de exponerlos a la verdadera
realidad y a la venganza popular. Esta casta de pequeños marqueses ya ha sido
bastante dura y destructiva. Hay que romper su ciclo de devastación y, para
ello, sólo veo un camino pacifista: hacerles probar lo que han impuesto a los
demás durante tanto tiempo. ¿Trabajo obligatorio por un salario de pobreza como
el RSA? Que sean los primeros en experimentarlo y que finalmente trabajen por
el bien común. Pero para ello necesitamos un acto de resistencia colectiva y
negarnos a considerar la injusticia como inevitable. No corresponde a los más
pobres soportar el peso de la crisis creada por los más ricos. No corresponde a
los pobres sacrificarse para que los accionistas sigan recibiendo dividendos astronómicos.
Debe terminar la indiferencia ante el sufrimiento de los más vulnerables.
Ha llegado el momento
de la rebelión.
¡Y esta revuelta
comienza con un simple acto de no aceptar más lo inaceptable!
https://jevousauraisprevenu.blogspot.com/2025/01/du-sto-au-rsa-il-ny-quun-pas.html
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